GOLPES BAJOS. Nombrando las sombras en el volcán de la crisis social…

 
«que felicidad sin tener miedo al futuro, ni deudas, ni sueños rotos, ni móviles, ni relaciones online , ni traiciones y promesas incumplidas…malos tiempos para casi todo, tb para la lírica (Enlace no activo: http://elpais.com/Comentario/1387985491-8140530f9499df7b334aadf49b3492a1 )». «Por un momento pareció que Golpes Bajos iba a ser el principio de un Vigo 2.0 .Por desgracia se quedó en un destello, pero un destello de clase y de buen gusto que siempre te agradeceremos. ( http://elpais.com/Comentario/1387970445-01ede2fb1d50960292a2e9e04481267f ) »

Yo también conocí el Vigo de los primeros años ochenta, – un almacén industrial de seres humanos, repleto de sobrantes ,- que rememoro color pardo-tóxico, no muy distinto a su Bilbao coetáneo, pero más pobre, si cabe, y cabía…

      Y esto viene a colación porque he encontrado en la red el viejo y querido elepé de los Golpes Bajos, A Santa Companya. Esta música me agarra por los pelos y me lleva a la fuerza hacia los años ochenta, hacia las broncas poéticas de esa época; los muertos, las drogas, la vida mierda, la crisis gris permanente, la convulsión como forma de vida, lo triste como futuro y presente contra un pasado de esqueletos burlados. Con esas evocaciones, ¿cómo pueden ser adjudicados los Golpes Bajos a la Movida Madrileña? ¡Ay! Si esto no es imperialismo cultural, entonces, ¿qué lo es?
Años 1980s, sangre, sudor y lágrimas, pero sobre todo tristeza ambiental, que solo se podía digerir o a partir de la conciencia política rupturista… o con esta lírica triste-alegre de la que los Golpes Bajos fueron maestros. Rabiosamente galaicos y ubicados en lo que difusamente podemos definir el otro mundo obrero, re-encuentro hoy en sus canciones citado el campo de mis propias miserias de joven obrero aspirante a ser humano (privilegio que, como otros varios millones, nunca conseguí), y afloran con ellas profundas evocaciones entrelazadas con estas música y poética de Coppini y Carbaldo, formando una isla de roca firme de sentido y sustancia intemporal, algo tan escaso en estos días que impone un interrogante; ¿cómo lo lograron? ¿cómo fueron capaces de plasmar esa docena y media de canciones tan rotundas, con esas atmósferas de desolación intemporal tan enraizadas para siempre en ellas?
Vigo, digo Vigo, si, años 80s. La clase obrera industrial gallega movilizada, pero vencida constitucionalmente a finales de los años 1970s, tras la superación por parte del régimen de la crisis política creada por la oposición histórica a la Reforma, compone el fondo. Y la figura es un puñado de jóvenes artistas, obreros unos y, otros, parte de aquella pequeña burguesía hoy en proceso de extinción, pero en aquel entonces todavía existente, cercana psicológicamente al proletariado. La vorágine de impotencia política creada con la traición de la reconstitución del régimen del 36 en la continuidad del régimen del 78, estallaba como anomia, y será en esa mezcla de explotación, frustración y alienación de la memoria donde el artista, que siempre es colectivo, nombró las sombras en el volcán de la crisis social de los primeros años 1980s.
 

Bajamar de esperanzas colectivas

 
Lo genial de Golpes Bajos, entre tanta muerte, pienso que fue el impresionante desplazamiento del foco semántico colectivo, para no desconectarlo del campo de la negatividad positiva, desde la crisis política a la crisis social. Esas ‘moscas grandes‘, esa ‘cena recalentada‘, ese ‘caballero hay que cerrar‘, esa ‘fiesta de los maniquíes‘, entre otras enormes postales vitales de radical trazo histórico, nos muestran en toda su desnudez la crisis social de aquellos primeros 1980s. Crisis capitalista brutal, de fondo clasista criminal una vez más, que, filtrada en la mirada de aquellos jóvenes creadores, se transformó en arte.
Intuyo serios debates intergeneracionales en esa brillante producción poética, pero aún así veo, en los conmovedores documentos que constituyen estas canciones, predominar una pura consciencia del desamparo, un bello rechazo al rechazo al proletariado juvenil; fragilidad, sin embargo, en un debatirse enérgicamente contra aquello que daba alas a la crisis social, de todo lo cual hoy tenemos muy poco. La forma auténtica y discreta de ser comunista de Coppini, por supuesto, me conmueve.
Es este, de todos modos, un análisis marxista, o mejor dicho, muy marxista. Pero el marxismo, hoy por hoy, por problemático que sea practicarlo así, como el arte, esta para esto, para agarrarnos por la fuerza y llevarnos a la cachoeira, a la cascada de lo profundo de la selva, y allí, obligándonos a mirar, demostrarnos que es el desierto y no la cachoeira lo que es, que no hay agua ni corriente ninguna, ni árbol ni planta, no aves de colores, no amada ni esperando ni creando el momento universal, solo arena de desolación, Sol de rigor y mirada extraviada, sed e inanición. Todo el desamparo, máquina sucesiva y desamor. Caballero hay que cerrar…
La aproximación marxista a nuestra actual nebulosa de miserias en recrudecimiento sistémico, estructural, conlleva, claro esta, la convocatoria a la acción, pero no de cualquier manera, no desde luego arrojándonos como lemings a la estacada, aclaro. Pronto, cuando empiece la nueva crisis económica, que se promete de magnitud superior a la anterior, cuya crisis social prolongada, en esta oportunidad, tiene todos los visos de venir a ser épica y superior a todo lo padecido por las generaciones vivas, veremos con claridad que lo ausente es la crítica social. En ‘A Santa Companya’ permanente de la granja humana a que se nos ha reducido, se nos desnace a diario. Abandonados al plano de la ferocidad de la condena a la anomia, inermes en la barbarie de la imposición de mayor grado de cosificación del poder social, al acorralarnos en los campos del fetichismo del dinero, forzados a una aún mayor robotización biopolítica que la que hoy soportamos, ¿tendremos creadores de esta envergadura para no zozobrar? ¡Ay…! ¡Estas canciones son la crítica social de ayer! Pero, ¿y la de hoy?
He aquí un fragmento de una de las últimas letras de un Germán Coppini exhausto, ya visiblemente herido y débil, hace solo un par de años, poco antes de morir:

Y SU CORAZON PIERDE LA RESONANCIA MUERTA LA ESPERANZA. IMPERA EL DOLOR, EL GRITO SIN VOZ SIN UN RUMBO FIJO, SIENTE UN GRAN VACÍO QUIERE PROTECCIÓN. SI AUN GUARDAS ESPERANZA NO PUEDES FALLAR, AUNQUE LA BESTIA AMENAZA SUS MUROS PUEDES DERRIBAR. EN TU HOMBRÍA HAY PAZ, Y PÍOS PENSAMIENTOS, TU ALMA ES ESPEJO DE ANHELO Y PIEDAD Y SALE A VOLAR SOBRE LAS ESPUMAS, LEJOS DE LAS GARRAS DE LA GRAN CIUDAD.

  • Hego Euskal Herrian
  • K.A.García-Salmones

Deja un comentario