Un misil contra la adolescencia

Hace unos días me llevé un gran disgusto. De camino al colegio de mi hija para dar una charla pasé por la puerta de un Instituto de Educación Secundaria y me llamó la atención algo que un montón de alumnos sostenían en las manos y que no había visto jamás, era una especie de “algo con forma de proyectil”.
Con más miedo que vergüenza me acerqué y les pregunté qué era ese objeto que agarraban con más ansiedad que Frodo el anillo. Su respuesta me desconcertó: “Un misil, la bebida energética de moda”. En plan policía de barrio seguí preguntado. “¿Y de dónde habéis sacado semejante mierda, perdón, misil?”. “Más respeto tronco” me espetaron con razón. “La puedes encontrar en cualquier tienda de alimentación. En el chino de aquí al lado la venden como churros”. “¿Y por qué la consumís?”. “Yo para hacer deporte”, contestó uno de ellos. “Yo cuando salgo de fiesta”, dijo otro. “Yo para estudiar más concentrado”, respondió el que iba cargado de libros.
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Reconozco que no me extrañó lo que estaba escuchando. Un reciente informe de la EFSA (European Food Safety Authority) que ustedes pueden leer en este enlace alerta sobre los hábitos de consumo de bebidas energéticas en Europa y desvela que de las personas encuestadas, el grupo de edad que más consume estos productos son adolescentes (10 a 18 años). Concretamente el 68% de los adolescentes entrevistados consumen bebidas energéticas. Entre estos el 12% presentan consumo “crónico alto”, con un consumo medio de 7 litros al mes, y el 12% consumo “agudo alto”.
Me acerqué al chino y en la puerta vi muchísima publicidad de esta nueva bebida energética. Entré y pedí un par de misiles para poder analizarlos y un Red Bull para comparar los resultados obtenidos. Cuando el dependiente me dijo que cada unidad de 250 ml costaba solamente un euro entendí el por qué de su éxito. Entre lo barato que era (1 euro frente a 1.50 euros que costaba la lata de Red Bull), lo novedoso de su envase y el alto consumo de bebidas energéticas entre la población adolescente, el éxito de ventas de este producto era fácilmente previsible.
misilNada más comprarlo eché un vistazo a la etiqueta nutricional del Misil… pero me fue imposible analizar nada porque la letra es tan diminuta que, a menos que tengan visión de superhéroe, necesitarán una lupa para poder leer lo que pone en la etiqueta. Sin embargo, a las empresas que utilizan esta argucia para dificultar al consumidor el acceso a la información nutricional de sus productos les quedan los días contados… dentro de unos meses esta estrategia será ilegal.
El 13 de diciembre de 2014 comenzará a ser aplicable el reglamento 1169/2011 que marca no solo qué información deberán llevar los productos en su envase sino también cómo deberá presentarse. En este reglamento se establece que para facilitar la información al consumidor la letra debe ser más grande y legible que la que se emplea actualmente. Concretamente la norma establece un tamaño mínimo de fuente: para los envases de más de 80 cm2 será 1,2 mm de altura y en los de tamaño inferior, de 0,9 mm.
Como las empresas aun tienen unos meses para usar esta letra tan diminuta utilicé una lupa que me dejaron cuando llegué al colegio de mi hija y observé que, aunque hay parámetros nutricionales muy parecidos en el dichoso Misil y en el Red Bull, existen otros indicadores donde las diferencias son significativas.
Las dos bebidas poseen un valor energético muy parecido (46 kcal/100 ml del Misil frente a las 45 Kcal/100 ml de la bebida que da alas), una cantidad de cafeína enorme pero similar (30 mg/100 ml frente a 32 mg/100 ml) y la misma concentración de una molécula cuya efectividad ha sido rechazada por la EFSA, la taurina (0.4%).

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