Para comenzar, Gabriela, cuéntanos por favor un poco de tus antecedentes familiares
_ Soy nacida y criada en Chile, de padre alemán y madre chilena. Mis padres, ambos docentes, se conocieron en el contexto de la resistencia antipinochetista a mediados de los años 80, y yo fui criada a base de las ideas de la Teología de la Liberación, con un gran énfasis en lo social y siempre con la idea de que toda vida es sagrada, cosa que mantengo hasta hoy.
¿Cómo fue tu trayectoria en el movimiento provida?
_ Me comenzó a interesar el tema cuando tuve que ver un video de un aborto en el colegio, pero más todavía cuando me enteré que la mayoría de fetos diagnosticados con la misma malformación congénita que yo son abortados por esa misma razón, y que mis padres habían recibido malos tratos cuando se les informó de la malformación (en 2017, el parlamento chileno aprobó una ley que permite el aborto en caso de que el feto padezca una enfermedad “incompatible con la vida extrauterina”; la reglamentación de la ley amplió el criterio para permitir cualquier tipo de aborto eugenésico. Nota del entrevistador). A partir de ahí para mí fue personal. Comencé a seguir páginas provida, mayoritariamente de Estados Unidos, cuando me abrí perfiles en redes sociales, a los 15 años de edad. Poco a poco fui encontrando gente que pensaba como yo, pero a la distancia. No fue hasta los 18 años que me uní como voluntaria y columnista a mi primera organización aquí en Chile, de la que en teoría sigo formando parte, pero me alejé al sentirme no aceptada por ser de izquierda. Después, se me ofreció liderar una filial de una organización feminista provida con base en Estados Unidos, pero dos años más tarde se tomó la decisión unilateral de cerrarla por problemas de línea editorial y desde ese entonces no milito en ninguna organización formal.
¿Qué composición ideológica tiene el movimiento provida en Chile?
_ Entre los voceros y quienes encabezan el movimiento predomina la extrema derecha, pero entre el común de la gente que se opone al aborto y no lo expresa, gente provida de clóset, existe mucha más diversidad. Por supuesto, como en todos lados existe el estereotipo de que una persona provida es conservadora, religiosa, moralista y privilegiada, y desgraciadamente los rostros más visibles de la causa no hacen más que perpetuar ese mito. Entre los políticos que se muestran más abiertamente provida, por ejemplo, sobresale José Antonio Kast, el equivalente chileno a Bolsonaro, Duterte, Abascal o Trump, conocido por sus posiciones extremistas contra la migración, la diversidad sexual y los pueblos indígenas y por defender abiertamente el legado de la dictadura, negando las violaciones a los derechos humanos. Existen organizaciones provida de sociedad civil que en un principio son apolíticas y abiertas a todo el mundo, pero muchas veces pasa que se junta gente de ese único sector y se termina formando una cámara de eco, haciendo que gente de otras ideas desista de unirse a ellas.
¿Cómo fue tu relación con el sector hegemónico dentro del movimiento?
_ Pésima. En un principio traté de llevarme bien con todos por el bien de la causa y para no causar divisiones internas, pero con el tiempo vi lo intolerantes que eran con otras personas, tanto con las que están a favor del aborto como con otros provida menos convencionales. Durante los años que estuve en un chat de mujeres provida, veía cómo las otras participantes se referían despectivamente de forma sistemática a otras personas, particularmente a cualquiera que fuera ligeramente progresista o liberal, aunque su postura frente al aborto fuera exactamente la misma que la nuestra. Se utilizaban términos sumamente despectivos como “feminazi”, “progre”, “zurdo” (en Chile, Argentina y Uruguay, equivalente de “rojo”. Nota del entrevistador), “rojo” y otros. Yo intenté varias veces llamar la atención sobre las faltas de respeto y pedir que no se usase un tono tan deshumanizante, pero no se me escuchó. Por ejemplo, al criticar que tildaran a una persona de zurda siendo yo de izquierda, siempre me aseguraban que “no se referían a mí”. Al final, me di cuenta de que, por mucho que el movimiento se mostrara abierto, en la práctica no había lugar para mí por mi línea política.
¿Qué relación consideras que existe entre la defensa de la vida desde la concepción y una orientación ideológica de izquierda o progresista?
_ Para empezar, considero la defensa de la vida como una problemática de justicia social, ya que las principales razones por las que se pide la legalización del aborto son de tipo socioeconómico, cosa que como trabajadora social he observado personalmente. Entre esas razones están la pobreza, el desempleo, la deserción escolar, la violencia de género y otras por las que la izquierda suele mostrar interés en resolver. Por lo tanto, si estas cosas fueran abordadas, el aborto dejaría de ser visto como una necesidad incluso si continuase siendo legal, y cada vez más personas en riesgo sentirían que pueden optar por la vida sin que esto signifique un deterioro en la calidad de la propia. También veo el ser provida como algo inherentemente progresista, ya que en una sociedad neoliberal como la nuestra, que por poner el lucro antes que a la persona suele promover el descarte de quien no aporta capital y/o genera gastos, como sería un ser humano en gestación, resulta revolucionario defender su existencia y su derecho a vivir sin violencia, sin asignarle un valor en base a su capacidad de producción o mano de obra.
¿Qué opinión te merece la postura del sector hegemónico dentro de la izquierda respecto al aborto?
_ Que, por todas las razones antes abordadas, es sumamente incoherente con los principios de justicia, igualdad y derechos humanos que conforman la esencia de la izquierda. Se suele tener una visión muy simplista del tema y ningún sector político ha sido capaz de ir más allá.
_ Agradezco muchísimo la oportunidad de poder compartir mi testimonio, y espero a futuro poder seguir contribuyendo a Irteen de cualquier forma posible.
Muchas gracias, Gabriela, por tu aportación
Hola Gabriela
Felicitaciones por tu lucha y tu aportación. Debo, sin embargo, hacer una acotación.
El término feminazi es de origen feminista antiimperialista. Lo utilizaban mujeres comunistas para describir a las mujeres supuestamente feministas que llamaban a atacar a ciertos países acusándolos de patriarcales “para liberar a las mujeres”. Matandolas a bombazos a ellas, a sus hijos, padres, amigos, hermanas, compañeros de trabajo y maridos, era como alentaban liberarlas. En el término de “feministas” se ha englobado, pues, a muchas mujeres que nada tienen que ver con la defensa de las mujeres y, en realidad, son militantes profesionales de un partido político, – crypto partido puesto que no se presenta como un partido de masas y procura no tomar una figura concreta -, y con una ideología distinta al feminismo, normamente liberal o socialdemócrata pero sobre todo malthusiana. Son brutales, incluso más, y en realidad por los resultados finales mucho más, que los conservadores de tipo autoritario.