La participación privilegiada de la sociedad de clases vasca en el imperio capitalista comercial castellano-genovés-vaticano es evidente, también en su larga y conflictiva formación, afirmación esta que no niega la existencia ininterrumpida, desde hace miles de años, de un proletariado interno vasco. En lo que respecta al ultimo milenio, cuando los excedentes de población ya no pueden ser enviados a la conquista, despoblación y repoblación de Al Andalus (entendido territorialmente este como el conjunto de la Península Ibérica) como ocurría en los siglos anteriores, durante la expansión imperial intercontinental la sobrepoblación relativa, normalmente hombres jóvenes, hidalgos segundones, sobrantes a la producción, que son encarrilados hacia el ejército, la nueva propiedaden las zonas conquistadas y el clero, forma la base de lasiguiente fase de guerras de conquista y saqueo en Europa y América, siguiendo el mismo modelo que contra Al Andalus (arabización del topónimo Arandalusit =meseta lusitana). Aclárese, de todos modos, que aquí también se cumplió la regla de la historia de la ley del valor-trabajo, que determina que el proletariado interno suele ser el combustible de la formación y expansión de los imperios.
En este sentido, la formación socio-económica vasca durante ese modo de producción feudal-imperial, entre el siglo XI y el siglo XV, irá hallando cierto equilibrio interno, al no lograr perfilar la oligarquía feudal un sistema de explotación estable basado en la expulsión de la sobrepoblación relativa del bloque social dominante, la guerra de conquista de Al Andalus a modo de Vera Sacrum (*). De hecho, parte de los excedentes de población franca también se incorporaban a esa expansión (esa es la verdadera base económico-política del Camino de Santiago), realizándose una guerra de conquista en la que los españoles eran desplazados cuando no sustituidos mediante limpiezas étnicas, por vascos, catalano-aragoneses, galaicos, y franco-castellanos sobrantes en sus sociedades estamentales. A medida que se termina la posibilidad de expansión hacia Al Andalus, el modelo entra en crisis, y se desencadenan las fuerzas que presionaran hacia la prosecución de la expansión, por medio de expulsión de la sobrepoblación relativa hacia la conquista de Las Américas, formando el Imperio.
Al inicio del capitalismo comercial, se registran fuertes represiones a los poseedores de la pequeña propiedad campesina burguesa por parte de los poseedores de la mediana y gran propiedad eclesiástica y de la nobleza en las sociedades ricas, como las ibéricas, y de los campesinos y campesinas sin tierra e insurgentes, en las formaciones sociales pobres, como las germánicas. He ahí la campaña contra la Secta de los Brujos, que no fue una mera represión patriarcal, sino una lucha de clases y de reparto del excedente imperial, en la que participaron hombres patriarcas en ambas facciones, y en cuyas masacres se quemaron brujas y brujos, y donde o solo se quemaron brujas o se quemaron más brujas que brujos fue porque, con anterioridad, se había masacrado a sus hombres campesinos en los campos de batalla o como venganza aleccionadora, como en el caso de los balleneros vascos de Iparralde en el proceso de Pierre Lancroix. Por supuesto, la reestructuración del sistema de propiedad por el que se luchaba, entre la concentración y el reparto social, era simultanea a la formación y delimitación de las grandes propiedades estatales de los estados burgueses modernos, de su burocracia burguesa, en este caso, tras el despojo de Nabarra, aspecto a partir del cual comenzamos a entender la concentración en Euskal Herria de los Procesos contra la Secta de los Brujos, por otra parte, reflejo del estreno burgués en el nuevo reparto del poder del clero al interior de la Iglesia. Quedando ubicado, en Nabarra, el foco de las contradicciones sureuropeo alrededor de la frontera de los Reinos de Francia y Castilla, en varias fases de los siglos XVI y XVII.
En cambio, en las formaciones sociales pobres, como las germánicas, la sobrepoblación relativa era exterminada para reestabilizar internamente sus sociedades de clases, de aquí la gran crisis demográfica de las naciones germánicas en el siglo XVI. No se trataba de represión contra las mujeres por parte de patriarcas, como sugiere de manera ideológica Silvia Federici, se trataba concretamente del exterminio, por medio de la guerra y la represión, de las fracciones de población campesina en situación de sobrepoblación relativa, proletariado interno sobrante en aquellas formaciones sociales durante el ascenso material de la burguesía. Es pues una guerra de clases, social, contra el campesinado, y sus aliados, que había crecido vegetativamente en los siglos posteriores a la Peste Negra del siglo XIV.
En estos exterminios y represiones, a la vista de los datos es innegable una dimensión de represión del anterior sistema de reproducción biológica, que incluía la posibilidad de ejercer el aborto según las necesidades de la reproducción de la pequeña propiedad particular. Sin embargo, la necesidad burguesa del aumento de la población no provenía del “machismo” en abstracto, provenía de las necesidades políticas y militares de aumento demográfico del nuevo bloque de clases dominante, para su ascenso material, bloque en el que formaba una parte de la pequeña burguesía campesina, en la línea de sostenerse en el estatus imperial en los reinos ricos de aquel entonces, Castilla y Francia, Norte de Italia, o de prepararse para formarlo en los países pobres, (Inglaterra, Países Germanicos, Países Bajos).
El resultado en la Península Ibérica de la expansión imperial temprana y pionera hacia América, fue un equilibrio biopolítico secular, hasta el siglo XIX, sobre un crecimiento suficiente de la población, luego sostenido por la introducción de los nuevos cultivos, como el maiz, la alubia, la patata y el tomate, traídos de America, que, sin embargo, tras las derrotas imperiales del siglo XVII combinadas con la emigración fluyente hacia América, puso techo a la densidad demográfica en la Península Ibérica y en Hego Euskal Herria.
Las primeras matxinadas vascas (de Meatza+in = algaradas de mineros: mineradas), surgidas inmediatamente después de derrotas militares y consecuentes caídas en la participación del plusproducto internacional alienado por el Imperio en la nueva jerarquía del ascendente sistema mundial de producción de mercancias, durante la segunda fase del capitalismo comercial. La Matxinada del Estanco de la Sal, por ejemplo, tuvo entre los insurgentes a los mineros comunales y trabajadores de los astilleros imperiales, así como a los campesinos que suministraban los alimentos en el imperial complejo militar-industrial vasco-castellano del Ibaizabal (Zorroza = Aserradero).
La sobrepoblación relativa, en la formación social imperial durante la primera fase del capitalismo comercial, había sido, pues, el combustible del Imperio y del ascenso de linajes, patrimonios y propiedades particulares que, sin embargo, aún estaban envueltas o tendían a envolverse o basarse en sistemas de propiedad comunales. Propiedades a las que la burguesía comercial y la pequeña burguesía agraria pro imperiales permitían desarrollarse para explotarlas sometiendo a esas propiedades, y al proletariado campesino que las explotaba, a su propio desarrollo, esto es, al desarrollo de la pequeña propiedad burguesa campesina, a su vez, junto a la gran propiedad eclesiástica y feudal, base del poder imperial.
Todo este mundo quedó derruido con la perdida de las colonias americanas en favor del Reino Unido, durante la ofensiva imperial de la burguesía francesa napoleónica sobre Europa, que terminó por facilitar las independencias criollas ibero-americanas tras la destrucción de la flota militar española en Trafalgar. Quedó así establecida en Euskal Herria, a principios del siglo XIX, una caída de los medios de reproducción social, pero no de los biológicos, de la sociedad de clases vasca del antiguo capitalismo comercial, esta caída de los medios de reproducción social de las clases se encuentra tras la crisis política y social y el malestar de la pequeña burguesía rural y del campesinado vascos durante la época de la Abolicion Foral. Y esta caída fue la base material que alentó el auge del movimiento pro foralista, pro apostólico y monárquico pro carlista del siglo XIX; una resistencia a la proletarización combinada con un gran incremento en número y proporción de la sobrepoblación relativa del país, proceso que de uno u otro modo ocurrió en ese siglo en toda Europa; y en ese momento, un país, Euskal Herria, que, a la postre, se encontraba en situación de creciente proporción de sobrepoblación relativa excedentaria a la formación socio-económica de clases que se abría en la etapa de inserción del nuevo mercado imperialista mundial traído por la industrialización inglesa, porque las familias campesinas, – burguesas y proletarias -, el artesanado y el proletariado urbanos, no podían colocar a sus nuevos miembros en posiciones económicas viables puesto que las posibilidades de emigración relativamente favorable hacia América y la oferta de cargos estatales estaba en proceso de disminución.
Los hombres jóvenes que eran destinados a la milicia, al clero y a establecerse en nuevas propiedades desgajadas de la propiedad comunal y de la gran propiedad concentrada; y las mujeres tradicionalmente sobrantes a la reproducción y destinadas a formar en el clero femenino o a fuerza de trabajo de cuidados de los progenitores familiares, incrementaron su número, al verse disminuidas las salidas de la emigración y de empleo en los cargos estatales imperiales y de las diputaciones y ayuntamientos. Crecientemente, no hallaban ya otra destino vital que la proletarización en el medio del desmantelamiento de la sociedad de clases vasca del capitalismo comercial, destino realmente brutal y nada liberador, como luego se demostró, del trabajo obligatorio salarialmente explotado o, directamente, su forzosa alternativa de la miseria indigente del vagabundaje y la prostitución.
Esta crisis de la Reproduccion Social por incremento proporcional de la sobrepoblacion relativa, se vio reforzada por la desvalorización general de la fuerza de trabajo vasca, al chocar la producción metalúrgica comercial de los ferrones y matxines vascos con la producción metalúrgica industrializada británica, con menor valor de cambio y, por tanto, más competitiva y tendente a desplazar a la producción metalúrgica vasca. Esto desvalorizaba también al trabajo campesino de los nekazaris, y así, en espiral, propulsaba la tendencia social al contrabando y al asalto contra la propiedad comunal, estreno del mercado imperialista industrial y sus producciones en la Península Ibérica que chocó con y, a la vez, reforzó a la tendencia al proteccionismo surgida del desmantelamiento del imperio y del viejo mundo colonial comercial.
Por tanto, la sobrepoblacion relativa vasca, compuesta de cohortes de hombres jóvenes y mujeres campesinas, mayoritariamente, y artesanos y proletarios urbanos, fue masacrada en las Guerras Forales, al par que se desmantelaba la propiedad comunal, no dando, sin embargo, en la formación de una proletarización masiva a causa de la resistencia militar, puesto que una parte considerable de la pequeña propiedad se salvó a costa del saqueo paulatino de la propiedad comunal. En esa franja superviviente de pequeños productores propietarios, – aunque también en los arrendados estables en el arriendo por el auge de la demanda de suministro alimentarios para alimentar al ejército industrial de la nueva minería -, es donde surgió el bloque pequeño burgués que da base al movimiento nacionalista vasco desde finales del siglo XIX.
La devastación de los cimientos de la minería comunitaria, – tras la caída en fichas de domino del sistema de cargos estatales en diputaciones y estado absolutista colonial, de las aduanas y los mercados de las ferrerías capitalistas comerciales, y del conjunto de las esferas de la producción y reproducción del capitalismo comercial vasco -, pasó a ser el motor de la industrialización en Euskal Herria.
La gran erosión demográfica de las guerras forales determinó una densidad demográfica media, que cuando despuntó la proletarización, a la vez que se abrían hacia el tercer tercio del siglo XIX de nuevo a la emigración Las Américas, y que la población derrotada políticamente prefería emigrar a América que realizar el servicio militar para los vencedores o hundirse en el pozo asesino de la minería industrial vasco-española del siglo XX de Bizkaia, un verdadero Auswitz vasco-español. Por esto, una gran parte de la sobrepoblación relativa vasca huía, aunque otra parte también cayese en el foso de muerte de la minería industrial (con esperanzas de vida media de 21 años en ciertos periodos) mientras la sobrepoblación relativa excedentaria de Castilla y León inmigraba a Bizkaia, dividida en el, grosso modo, 85% de proletarios destinados a morir produciendo plusvalía en minas y siderurgias, y el 15% pequeños/as y medianos/as burgueses/as que vinieron con ellos.
Puede decirse que la destrucción de la sobrepoblación relativa campesina vasca y los grandes movimientos políticos de poblacion acaecidos en el siglo XIX y mediados del siglo XX por la introducción y desarrollo del capitalismo industrial determinaron la minorización demográfica euskaldun de Euskal Herria, por encima de la violencia dictatorial de represión idiomática del euskara. En todo caso, el euskara fue el idioma del proletariado vasco hasta finales del siglo XIX, mientras el castellano era el idioma de la clase dominante, lo cual cambio en el siglo XX.
A partir de estas mediaciones que hemos visto, la necesidad de fuerza de trabajo adicional para la explotación minero-metalúrgica, había llevado a importar población proletaria masivamente desde los excedentes poblacionales de Castilla, León y Galiza, sobre todo. Este proceso duró un siglo, y solo terminó con el agotamiento del mineral de hierro bizkaino.
Junto a la instauración de nuevos proteccionismos y ventajismos que le favorecieron, la abundancia de este mineral metálico anteriormente apropiado por el imperialismo en las Guerras Forales, dio una ventaja al capital vasco en la velocidad de su concentración, centralización y acumulación, al disponer de un flujo continuo de capital constante y variable gratis, desde el hierro hasta la población inmigrada, durante casi un siglo.
Este superciclo de acumulación capitalista vasco-española se terminó precisamente hacia los años 1950s, en el siglo XX. Según se iba terminando la posibilidad de re-inversión rentable en el mismo complejo sidero-metalúrgico, la tendencia del capital bizkaino fue la de exportar sus ganancias extraordinarias de superexplotación y saqueo hacia España y hacia fuera del Estado Español, encontrándose en esta circunstancia un factor clave en la formación de los bloques de fuerzas sociales de clases que han chocado, desde entonces, en la larga crisis histórica que ha sido llamada “conflicto vasco” y que se ha centrado, en lo político, en la cuestión de la soberanía, aunque también ha sido, a veces, reducido a ella.
Quede claro que en los años 1970s-1990s, la sobrepoblación relativa en Hego Euskal Herria alcanzaba tasas de paro juvenil del 70% y más en los grandes núcleos industriales, sobre medias del 24% de tasa de paro, pero con tasas de actividad del 40-50% al no estar todavía el grueso de las mujeres en explotación en la Esfera de la Producción, y contando cohortes generacionales juveniles enormes.
Es en este ambiente en el que se ha formado la ideología malthusiana y eugenista hoy predominante, que encubre una verdadera eutanasia del proletariado sobrante, sobre mediaciones que veremos más adelante de requerimiento de un capital humano explotable y rentable de producir en este nicho del mercado mundial. Ideologías eugenistas y malthusianas cuyo principal valedor no es solo la burocracia estatal sino también la burguesía mediana y la pequeña burguesía, la aristocracia obrera y la intelectualidad técnica, así como las fracciones obreras del Sector Empleado de la clase, con movilidad social ascendente.
Hasta aquí hemos analizado, de manera veloz pero lo menos esquemática posible, la genealogía de actual sobrepoblación relativa vasca y la sociedad de clases vasca, operación sin la cual no puede abordarse ni entenderse el análisis de la subsunción real de la reproducción del proletariado, en la determinación de cuyo proceso ha sido precisamente el papel de la sobrepoblación relativa el motor principal.