"De la Obamanía al último combate. Comentarios a una victoria electoral no tan completamente sorprendente." Por Gerd Bedszent


Un estridente griterío de horror domina los latifundios mediáticos alemanes ante el resultado de las recientes elecciones presidenciales en los EE.UU. Desde los radicales de mercado de la línea dura hasta las izquierdas que quedan, toda la gente está de acuerdo con que el presidente recién electo es un desastre. Y naturalmente, tampoco falta la acusación de que la izquierda es culpable de la victoria electoral del candidato presidencial republicano. Lo que, naturalmente, es un disparate, pues al final hasta el (pequeño) Partido Comunista de los EE.UU apeló al voto a la neoliberal declarada Hillary Clinton. Significativamente, la victoria electoral del republicano archiconservador Trump es aclamada en Alemania solo por la derecha radical y por el ala derecha de los partidos de la gran coalición (*CDU y SPD).
Donald Jhon Trump, hijo de un empresario estadounidense, es, sin duda, un contemporáneo extremadamente desagradable: Sus ataques abiertamente racistas y misógenos no precisan de ser aquí nuevamente comentados. Tampoco su biografía – simplemente con lo que se dice en la Wikipedia sobre sus múltiples fracasos y como actor fallido basta para hacer reír a cualquier persona. En público, el empresario aparece como multimillonario; si de hecho lo es está puesto en duda por algunos analistas económicos. El actual presidente es un camaleón político colado por la puerta de atrás, que cambió muchas veces de punto de vista y afiliación de partido en el pasado.
Claro que Trump no es la primera figura extraña traída a la presidencia por las papeletas de voto, pero es probablemente uno de los más desagradables. Su descarada manipulación con eslóganes de café de la derecha es un récord en el proceso de creciente decadencia de la política burguesa y se integra en el fenómeno pan-europeo de ascensión de dudosos partidos disidentes de la derecha, y también en la instalación de dictaduras presidenciales represivas consumada en varios estados europeos. Esta decadencia política, a su vez, es resultado de la crisis de la economía política burguesa.
Libre comercio y refugiados – con estos dos temas Trump consiguió conquistar electores en masa. Él presidente Trump anunció que va a fortalecer la economía de los EE.UU por la vía de la protección estatal masiva; con la imposición de tarifas arancelarias punitivas, las empresas serían obligadas a traer de vuelta las instalaciones industriales antes deslocalizadas hacia el exterior. Además de esto, también favorece una política de aislamiento rigurosa y la expulsión en masa de migrantes ilegales. Para millones de ciudadanos estadounidenses atormentados por el miedo a caer en la pobreza, su promesa de crear empleos de esta manera fue probablemente el famoso último resto de esperanza al que agarrarse.

Una respuesta equivocada de la población a la crisis


El resultado de la reciente elección en los EE.UU constituyó, por esto, una respuesta equivocada de la población a la crisis. Equivocada porque, aunque las consecuencias de esta crisis – cierra de instalaciones industriales, desempleo en masa, empobrecimiento de amplios sectores de población, incluida la clase media – dominaban la campaña electoral, con todo no fue abordada por nadie su causa estructural; el fin loco en si mismo de la producción capitalista.
Mientras tanto, el hecho de que la crisis de la economía mundial va a progresar rápidamente ya no es ningún secreto para nadie. Es verdad que en las últimas décadas fue generada una breve recuperación en algunas regiones del Este y Sudeste asiáticos, sobre la base de salarios bajos y legislación represiva. Pero otras economías, por el contrario – principalmente las retrasadas en llegar a la modernización capitalista – se enfriaron y llegaron al colapso económico y político. Varios estados africanos ahora no existen más que sobre el papel, habiendo sido disueltos en una mezcla de señores de la guerra, milicias étnicas, clanes mafiosos y hordas de vulgares bandidos combatiendo entre si. También otros estados, principalmente de regiones altamente industrializadas, están pasando por un proceso continuo de erosión de sus economías nacionales. Muchos emplazamientos industriales se desmoronan; la producción fue completamente parada o se mudó hacia países de bajos salarios. Minas de metal y de carbón fueron cerradas porque las importaciones pasaron a ser más baratas. Robert Kurz habló, en este contexto, de una “contradicción lógica o estructural entre la economía nacional y el mercado mundial“. (1) Como consecuencia de ello, antiguos trabajadores de la industria cayeron en un agujero sin fondo, y, sin resguardo, se transformaron en meros receptores de ayudas sociales o tuvieron que agarrase arduamente a empleos precarios para sobrevivir.
La reducción del poder de compra de la población desencadenó, también en los EE.UU, una espiral económica descendente, que arrastró consigo a partes de la clase media. Otras partes de la clase media, la mayoría compuesta por pequeños empresarios, aunque (todavía) no alcanzados por la ola de empobrecimiento, entraron así mismo en pánico y exigieron al gobierno la reversión de este proceso de cualquier manera. Ejemplo de tales protestas civiles de derechas fueron el oscuro movimiento “Tea Party”, que hace diez años todavía daba titulares en todos los Mass Media, pero hoy ha desaparecido en el Orco Mediático. Pero también las organizaciones más de izquierda de los adversarios de la globalización, que responsabilizan por las distorsiones sociales, por ellos acertadamente denunciadas, no a las leyes de la fase final de la producción capitalista de mercancías sino solamente a la ganancia de banqueros criminales, también ellas abrieron y abren visiblemente el flanco a obscuros teóricos de la conspiración, anti-semitas y racistas.
El hecho del aumento del desempleo en masa en todo el mundo resultado de la Tercera Revolución Industrial, o sea, de la sustitución de trabajadores asalariados por programas de computador y robots industriales, casi no es tematizado. El proceso, llamado sobre todo de “globalización” a lo largo de las últimas décadas, de desintegración de las economías nacionales en favor de flujos financieros y de mercancías vagabundeando sin trabas por el todo el Globo, contribuyó de hecho a la situación desastrosa de la economía de los EE.UU. Robert Kurz describió esta globalización acertadamente como un “proceso de escalada de la crisis, en el que el capital […] huye de sus propias contradicciones internas, solo resultando de ello que estás se desarrollan todavía más agudizadamente“. (2) Sin embargo, es irreal hacer andar hacia atrás a este proceso simplemente a través de decretos estatales como anunció Trump. Ante todo, la globalización ya fue un proceso de reacción a la crisis. Y, en segundo lugar, ya no hay, a la vez, un “capital nacional” que pudiese ser subyugado con amenazas de castigo. Las marañas de filiales de empresas de primera, segunda y tercera generación, distribuidas por todo el Globo, pueden fácilmente eludir cualquier tipo de disposiciones nacionales. También por eso las protestas de los radicales de mercado de línea dura contra el proteccionismo anunciado por Trump fueron muy limitadas – probablemente ellos perciben que se trataba de puro ruido de campaña electoral.

Oleada de represión anunciada


Algo diferentes se presentan las cosas con las medidas anunciadas por Trump contra los migrantes no deseados. Aquí hay personas reales. Estas pueden ser alcanzadas por las balas de la policía, pudrirse en la prisiones, o ser impedidas, con vallas de varios metros de altura, de entrar en un país donde hasta nacieron en ciertas circunstancias, o en el que han vivido muchos años. Obviamente, la oleada de represión anunciada contra los migrantes no cambia nada en el desastroso estado de la economía de los EE.UU. Mas siempre abre paso poder azuzar a la población contra unos supuestos culpables.
La próxima presidencia de Donald J. Trump será probablemente una tentativa, de partes del sector archiconservador de las élites estadounidenses, de cambiar – contra toda lógica – bruscamente de dirección y, a escala nacional, huir de las consecuencias de la crisis global también por ellos mismos promovida. Tentativa que, naturalmente, solo puede fracasar.
En este contexto se explica también la negación supuestamente irracional de las alteraciones climáticas hecha por Trump. En la lógica sesgada del hombre de negocios conservador, en la que el mismo Trump también se encuadra, todas las formas de protección ambiental aparecen solo como incómodos factores de costo que distorsionan la concurrencia, atravesados en el camino de un crecimiento económico desenfrenado: El capitalismo es una ley natural. ¿Qué tenemos nosotros entonces que ver con esto, si en cualquier lugar las personas se van a ahogar, morir de sed o ser envenenadas…?
Tal como el “capitalismo verde”, elogiado en el inicio de la presidencia de Obama, tampoco la reversión conservadora anunciada bajo Trump puede llevar al crecimiento económico, ni al anunciado milagro de creación de empleos. La crisis global del capitalismo no puede ser sostenida con muros altos, sea quien fuere quien pague su construcción. Los EE.UU están irremediablemente sobreendeudados, por lo menos desde la última crisis financiera, no estando, por tanto, en posición de generar un crecimiento económico artificialmente, por medio de un programa de estabilización neokeynesiano. Y también es difícilmente sostenible la guerra económica con China anunciada por Trump: China no es solo el principal proveedor de mercancías, sino que también es el principal acreedor de un país completamente sobreendeudado. Y la desregulación del sector financiero anunciada por Trump después de su elección, hará florecer de nuevo la economía de las burbujas, algo limitada por Obama después del último crack. ¿Cuándo va estallar la próxima burbuja? ¿Con que quiere pagar el gobierno el próximo “rescate bancario”? ¿Está próxima una inflación galopante?

La continuación de la decadencia


La continuación de la decadencia de la “moneda mundial” que es el dolar de los EE.UU, en todo caso, probablemente arrastraría consigo al resto del mundo hacia el caos económico. La maquinaria global del capitalismo solo funciona a través de la circulación incesante de mercancías y flujos financieros. Si este circuito es de algún modo perturbado existe el riesgo de parar definitivamente una máquina que ya se tambalea y jadea.
Sean cuales sean las formas concretas que la progresión de la crisis de los EE.UU puede tomar en breve, Trump no puede cumplir sus promesas, ni satisfacer las expectativas de sus electores. Y, probablemente, ni siquiera lo va a intentar.
Las rudas ideas de Trump sobre política económica ciertamente no fueron tomadas en serio por la mayoría de sus electores. Las anteriores élites políticas son culpadas de “fracaso”, por su permanente ausencia de éxito en la gestión de la crisis. Queríase, por tanto, un presidente más fuerte, que también hiciese al país nuevamente fuerte. La recuperación económica – así parece suponerlo la sesgada lógica de los suburbanos sacudidos por crisis – vendría entonces casi por si sola. No están percibiendo aquí que “la política acaba por ser solo una esfera derivada y no posee ninguna capacidad de intervención autónoma” (3). Lo que un gobierno de Trump puede comandar (casi) sin límites, no obstante, es la policía y los militares.
¿Estarán ahora los EE:UU entrando en una dictadura fascista? Ciertamente, no. El fascismo clásico estaba ligado a un determinado periodo histórico que ya hace mucho pertenece al pasado. La dictadura de los nazis alemanes juntó de la forma más vil y cruel la “suplantación de las reliquías estructurales corporativas, premodernas, guillerminas” (4) desde hace mucho fuera de tiempo, con un programa de estabilización keynesiana bárbaramente modificado. La “formación fordista forzada“(5), sin embargo, ya hace mucho que ocurrió en los EE.UU; programas keynesianos de estabilización sistémica dejaron enormes montañas de deudas, sin conseguir, al final, parar el avance de la crisis. Así, en el caso (posible) de la eliminación de las instituciones democráticas en los EE.UU, solo podría tratarse de una represiva dictadura de emergencia.
La aclamación electoral casi histérica de una figura como Trump por segmentos de población precisamente es resultado de esta crisis sin solución. Y tiene su lógica que su fanfarronería abiertamente racista durante la campaña electoral haya sido tomada como aceite de buen grado por muchas personas. Como Robert Kurz ya escribió, en 1993, “la xenofobia, el racismo y el antisemitismo irracionales se convertirán ellos mismos en una función de la crisis del racionalismo democrático de la economía de mercado.” (6)

¿Guerra civil en los EEUU?

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El gran milagro de los puestos de trabajo, pintado por el recién electo presidente durante la campaña electoral, va a fracasar de todas maneras. Y las imágenes de simpatizantes de Trump eufóricos, actualmente todavía perseguidas por los Mass Media, habrán de pertenecer al pasado dentro de muy poco. Puede suponerse que fanáticos religiosos, teóricos de la conspiración, anti semitas y militantes de extrema derecha recluten apoyantes entre su electorado en breve desilusionado. Pero es mucho más dudoso que el nuevo presidente de los Estados Unidos consiga tener éxito en volver a meter al genio en la lampara.
¿Habrá en los EE.UU, más pronto o más tarde, una guerra civil? Esto no está excluido. Recuérdese que ya después de una primera oleada de desmantelamiento de instalaciones industriales en la década de los 1990 – también causada por el final del rearmamento de las fuerzas armadas de los EE.UU promovida por Ronald Reagan – muchos trabajadores industriales puestos en la parte de – o rebajados a – superfluos se sintieron atraídos por ser su propio gobierno y se organizaron en milicias armadas. Desde esa altura, el movimiento disminuyó algunos años después. Hoy la crisis está considerablemente más avanzada y alcanza sectores de población todavía más amplios. Y el abastecerse de armas de fuego no constituye ningún problema en los EE.UU.
Con la erupción de la violencia, que ya arde a fuego lento, sin embargo, el país iría solo a participar en el destino de muchas otras regiones del planeta, en las que hace mucho está en curso la lucha entre saqueadores armados por la distribución de los destrozos de los proyectos de modernización fallidos. La novedad en el caso de los EE.UU sería que no se trata de un estado periférico, sino del centro ideal de la economía capitalista. El colapso económico asociado a tal guerra civil probablemente arrastraría consigo hacia el abismo a toda la economía mundial. Y, una vez que los EE.UU tienen arsenales llenos de armas nucleares, tal guerra civil también tendría consecuencias todavía más altamente ruinosas para el resto del mundo.
No cabe duda de que, bajo el gobierno de Trump, se va a intensificar la represión de los restos del aparato de Estado en disolución contra las acciones desesperadas de los marginalizados. Así, ¿habrá de ser reforzada la democracia burguesa – como se divaga ahora fantasmáticamente en el mundo mediático liberal de izquierda – contra el avance acelerado de la derecha radical? Sobre esto Robert Kurz escribió: “La monstruosa estupidez y maldad del nuevo radicalismo de derecha, sin embargo, no surge por cuenta propia, tiene que ser achacada precisamente en la cuenta de aquella democracia de la economía de mercado que había sido proclamada como la forma definitiva de la humanidad […] La democracia es, ella misma, el útero del que eso sale.” (7)
Gerd Bedszent
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(1) Robert Kurz: Das Weltkapital. Globalisierung und innere Schranken des modernen warenproduzierenden Systems [O capital mundial. Globalização e limites intrínsecos do moderno sistema produtor de mercadorias ], Edition Tiamat, Berlin 2005, p. 59.
(2) Ibid., p. 59.
(3) Robert Kurz: Die Demokratie frisst ihre Kinder [A democracia devora os seus filhos] in: Gruppe Krisis (Hg.) Rosemaries Babies. Die Demokratie und ihre Rechtsradikalen [Rosemaries babies. A democracia e os seus radicais de direita], Horlemann, 1993, p. 63.
(4) Ibid., p. 26.
(5) Ibid., p. 35.
(6) Ibid., p. 45.
(7) Ibid., p. 11.
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Original Von der Obamania hin zum letzten Gefecht.  Publicado na homepage da revista EXIT! www.exit-online.org/ em 14.11.2016. Tradução de Boaventura Antunes
Traducción al portugués de Boaventura Antunez: “Da Obamania ao último combate. Comentários a uma vitória eleitoral não tão completamente surpreendente.” Gerd Bedszent

http://www.obeco-online.org/gerd_bedszent3.htm

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NOTA: las ilustraciones, negritas y propuestas de subtítulos de esta edición del artículo son propuestas de publicación incluidas por Irteen.net

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