Corren los primeros años 1990s, soy responsable de propaganda local de un partido político que ha sido declarado ventajistamente brazo político del terrorismo por las fuerzas reformistas, que desean lucrarse de esa caracterización. Salimos tres compañeros con carteles para pegar en las paredes con denuncias y noticias de líneas políticas. Aparece un pitbull joven y bien entrenado que se nos lanza encima. Volvemos corriendo a la oficina, cojo un bate de beisbol y abro paso con el a los compañeros para que puedan salir del patio y escapar de esa fiera. Pero yo mismo no puedo replegarme. Durante quince eternos minutos esa alimaña y yo nos tanteamos a ver quien va a matar a quien. Sería una conspiranoia considerar que la fiera nos fue lanzada para matarnos o herirnos.
– En esa misma época, es sábado, estoy dando un paseo con un amigo y hemos decidido tomar una cerveza. Dos gorilas se interesan por mi al verme entrar al bar. Resulta que me conocen por asuntos relacionados con la política sin yo conocerlos a ellos y tienen decidido darme una paliza. Pero han evaluado mal a la presa que les han señalado. La suerte se les vuelve en contra y aquello que querían hacer se transforma en su propio castigo. Sería una conspiranoia creer que han sido contratados por los reformistas, por supuesto.
– Llego al trabajo. Mediados de los mil novecientos noventas: Oye, hay una factura del teléfono erótico enorme relativa a una llamada realizada precisamente el día que estuviste tu solo trabajando en las instalaciones ¿Quieres hundir a la empresa o qué? Por supuesto, procedo a defenderme de la calumnia hasta que finalmente el portero del pabellón reconoce que dos técnicos estuvieron precisamente ese día “reparando” los teléfonos en la caja de teléfonía que correspondía al taller. Finalmente la conspiración se resuelve sin otra consecuencia que la retirada de la factura tras un arbitraje de consumo. Si, hubo algo raro…
– No menos raro: Es el año 2000. He tenido problemas con la inmobiliaria que me alquila el piso pues llevamos meses el compañero de piso y yo solicitando otro piso en mejores condiciones sin merecer la menor acción por su parte. De pronto me llaman por teléfono: “Te vamos a partir las piernas“… miro el número de teléfono y resulta ser… la inmobiliaria. Estaba casualmente a cien metros de su oficina de manera que encolerizado me persono allí y pregunto a voz en grito por la amenaza recibida y por la inacción en proveernos de otro piso. Lo sienten; por casualidad mi nombre estaba traspapelado en una lista de morosos. Estos canallas se ven entonces obligados a cambiarnos de piso y lo hacen pronto, aunque no nos cambian a algo mejor que lo ya dispuesto. Entonces un día se acerca a mi una trabajadora del supermercado del residencial, y me dice: ¿Usted es el que vivía en el cuarto L? Si, hasta hace dos semanas, contesto yo. Y me responde ella: Estos son tiempos muy duros, sepa que hace tres días dos hombres se presentaron con un hacha ante la puerta del cuarto L, y la destrozaron, y al parecer se sorprendieron al encontrar dentro a dos jubilados ingleses. Por supuesto, comprobé si la destrucción de la puerta era cierta y sí, estaba destrozada. Pero todo son casualidades, conspiranoias, meras coincidencias… por supuesto.
– Un año después. Mi novia está haciendo un largo viaje para reunirse conmigo. Nos hemos conocido hace dos meses y estamos enamorados. ¿A quién podría importarle? Pues a un policía de paisano que aprovecha a hacer el viaje con ella contándole durante todo el trayecto lo mala que es la vida de las novias de los terroristas. Todo muy normal cuando se considera que hay gente que entiende como terroristas a quienes no les gusta el régimen de saqueo y totalitarismo que constituye su sistema nazi.
– Es otro día de pegada de carteles. De pronto siento un calambre en la espalda y un estallido a los pies. Miro hacia atrás. A mis pies, por los talones, hay una maceta rota. No me ha matado por milímetros. Por la trayectoria todo apunta a un piso como origen del proyectil. Sin embargo hablo con los residentes y no hay el menor indicio de que esa maceta haya partido de allí. ¿Fue lanzada desde el tejado? ¿Desde dónde fue lanzada? ¿Por quien? Nunca lo sabré. Suma y sigue…
Por supuesto, para denunciar cualquiera de estos intentos criminales, y cuarenta o cincuenta más de sevicias lo mismo o más graves, hay que ir precisamente a las ventanillas del mismo ente que finalmente es el primer sospechoso de alentarlos u organizarlos, por lo que no puedo denunciarlos lo que favorece pero no beneficia a los socialdemócratas que son, finalmente, los principales responsables de la promoción de estas tipologías criminales contra cuadros populares espartaquistas durante décadas. ¿De quién hablo? De la KGB, por supuesto.
Con semejantes experiencias personales era obvio que la novela “Mil millones de años antes del fin del mundo“, de los hermanos Boris y Arkadi Strugalstky, tenía que gustarme. Allí también le pasan cosas raras al protagonista. Vaya, su mujer se va de vacaciones dos semanas con su hijo a las playas del Mar Negro, y el se queda solo en casa para trabajar pues está haciendo una investigación científica importante. Pero también está de Rodriguez. De pronto llaman a la puerta y hay varias cajas de champán puestas como regalo misterioso en el rellano de la entrada. Pues nada, para dentro. Ah, y, horas después, una mujer joven y atractiva, al parecer amiga de su esposa, se presenta en la casa para pasar la noche a recomendación de su mujer. Estudiaron juntas, le cuenta.
Me sentí profundamente identificado con los asombros y las zozobras de Maliánov y sus amigos, que uno a uno se ven envueltos en una atmósfera de conspiración criminal encubierta que, sin embargo, solo exige una cosa de cada uno de ellos… No sigo, no voy a hacer un spoiler. La misma atmósfera de ciencia ficción rusa la vivimos hoy mismo. Esa sensación he tenido ayer, cuando miraba un corte de publicidad en Youtube y como irrealmente una línea escrita rezaba: No pongas más escusas y haz la prueba médica 264. La frase se desvanece en la pantalla justo cuando acaba el corte; quedo estupefacto. Rara vez miro esa línea. Y es precisamente la misma prueba médica que dos días antes decidí no hacer y no hice. ¿Qué tiene que ver con la propaganda del video esa frase?. ¿Me estaré volviendo loco o será que la Teoría del Orbe Homeostático de Vecherovsky era correcta? ¿Me llamo Maliánov? ¡Oh, Napoleón!
No os perdáis la novela, es muy informativa.