El colapso de la socialdemocracia y el neorreformismo europeos en Grecia: La expulsión del proletariado.

 

Aquel que es causa del poder de otro labra su propia destrucción”.

                                                Nicolás Maquiavelo

Si ves mi sangre en tu copa ¿cómo te atreves a beber, compañero?”.

                                                 Mahmoud Darwish

La clase obrera de los países capitalistas centrales, que ha sido habituada a beber la misma copa que menciona Majmoud Darwish, no entendió la advertencia de Nicolás Maquiavelo en su ensayo El Príncipe, consistente en que “aquel que es causa del poder de otro labra su propia destrucción“.

Tras décadas y décadas de conciliación con el capital, reflejado en fetiches como “la democracia”, “la ciudadanía”, “Europa”, “la izquierda”, “el estado de bienestar”, “la sociedad civil” y otros incluso peores, el punto en que esa propia destrucción ya ha comenzado a revelarse como esencialmente radical y sin paliativos, se ha producido cuando la coalición izquierdista Syriza ha asumido el proyecto de empeoramiento estructural de la explotación en Grecia.

Pero resulta que eso que llamamos “la izquierda” representa orgánicamente a la alianza de fracciones, – subclases en este caso -, más poderosa del sector empleado de la clase obrera europea, por lo que hemos de concluir que lo que ha caído, en realidad, es el poder político de esa alianza de fracciones al interior de la clase obrera, y, a la vez y con ello, ese estatus y su política adhoc que han venido denominando la “clase media”, que ya no podrá seguir subsumiendo al proletariado europeo en su propio desarrollo, ¿cómo han llegado a esa situación?

 

La III Revolución Industrial y el auge estructural de la sobrepoblación relativa*… estructural.

 
La cosa viene de atrás. Después de la caída del paradigma keynesiano en la crisis de los años 1970s, y su estaflanción, con el aumento paralelo de la inflación y el desempleo, la socialdemocracia europea aprovechó para ir abandonando anteriores posiciones políticas y para reestructurarse según las nuevas necesidades del capital. A la vez, a medida que, a causa de la introducción paulatina de la microelectrónica y la informática en el aparato productivo, se incrementaba la productividad del trabajo, desatándose la III Revolución Industrial, se incrementaba también el desempleo estructural.
 
Ese aumento sostenido de la productividad del trabajo, finalmente reflejo de un gran desarrollo de las fuerzas productivas, también fue una de las causas de la victoria de las potencias capitalistas en la carrera por la supervivencia política con la URSC (Unión de Repúblicas Socialistas Consejistas), caída que fue uno de los hechos que favorecieron la pérdida de frenos del capital europeo en su ataque contra las protecciones legales de la oferta de fuerza de trabajo.
 
El auge de la desprotección de la fuerza de trabajo en el subcontinente europeo, aceitaba la, de sí estructuralmente ascendente, desvalorización de la fuerza de trabajo, pero primero, especialmente, la de baja cualificación. Por supuesto, la socialdemocracia y el conjunto de “la izquierda” europea no registró este hecho como algo estratégico para sí misma, ya que por entonces, antes de la deserción de las masas de intelectuales acaecida en los últimos años, estaba dirigida y constituida por individuos de media o alta instrucción, que no consideraban como iguales a los obreros no cualificados (y allá donde están siguen sin hacerlo).
 
En medio de estas mediaciones y condiciones generales, se había comenzado a reconstruir un predominio estructural indiscutible de la demanda capitalista, – prestigiada por la socialdemocracia por ser europea y con marchamo pro imperialista de buen hacer hacia el buen capitalismo de “los países importantes en el mundo”-, sobre la oferta de fuerza de trabajo de clase obrera, que desde entonces nunca ha dejado de ampliarse y profundizarse.
 

Las disensiones de la socialdemocracia europea en relación con el paro obrero.

 
En este panorama de creciente desvalorización de la fuerza de trabajo y de crecimiento estructural de la sobrepoblación relativa*, a principios de los años 1990s hubo un movimiento internacional de jóvenes proletarios en la Península Europea que, en realidad, estuvo constituido por los jóvenes del proletariado de siempre, en este caso los sobrantes al capital, padecientes del paro de larga duración, en lo que entonces se dio en llamar ‘el movimiento de los precarios’.
 
Ese movimiento internacional de los parados y subempleados** de los primeros años 1990s, forzó a que el Partido Socialista Francés y el PSOE español hicieran paripés de legislaciones por la semana laboral de 35 horas y tomaran iniciativas proclives a implementar presuntos salarios sociales, a modo de señuelos de “rentas básicas”, en un intento de paliar los malos efectos, en términos de perdida de adhesión social a su bloque político socialdemócrata, de su renuncia histórica a la lucha por el Pleno Empleo con la escusa de la estanflación y el auge del empleo estructural.
 
Era una auténtica farsa, pero incluso así, el SPD, la socialdemocracia alemana, rechazó esa línea, y, al contrario, asumiendo como razonable la naturalización del paro obrero, a través de la asunción de la teoría de la tasa natural de desempleo, antes que la renuncia a su estatus privilegiado dentro del capitalismo realmente existente, en su caso el imperialista alemán, apoyó la iniciativa del empresariado alemán en favor de la implementación del Programa HARTZ IV. Este programa de supuesta asistencia a los desempleados, en realidad estaba encaminado a forzar la movilización a la baja de la oferta de fuerza de trabajo en Alemania, para que la demanda, es decir el capital, predominara a priori siempre. La descomunal movilización de la oferta hasta el punto que precisa el empresariado alemán, necesitaba de la criminalización de las víctimas del desempleo estructural, los parados de larga duración, los subempleados y los trabajadores con bajo perfil en la escala de la productividad social media, lo que no importó al SPD y sus bases sociales.
 
El producto de esa operación, además de millones de proletarios alemanes victimizados, fue, finalmente, doble; Por un lado, una gran sobreacumulación de capitales, que hubieron de ser colocados en la semiperiferia de su área de influencia imperialista, y que están en la base de la formación de la pirámide de deudas inmobiliarias en el Estado español, Irlanda, Portugal y Grecia, que, a la postre, los ha traído a la actual bancarrota; Y, por otro lado, un dumping monopolista alemán del precio de la fuerza de trabajo en Europa, que ha motorizado la prolongada, permanente e intensa deflación salarial internacional europea, y así nos ha traído a una depauperación, bien ocultada pero palmariamente real, cada vez más grave y más amplia del proletariado europeo.
 
La bifurcación entre el SPD y el resto de la socialdemocracia europea durante el apoyo de este a la ofensiva monopolista contra los parados alemanes, puede compararse con el histórico apoyo de sus predecesores a los créditos de guerra que propulsó la guerra mundial en 1914. El nuevo apoyo del SPD a sus monopolios contra el proletariado europeo, incluido y muy en primerísimo lugar el alemán, finalmente ha sido una sentencia de muerte política para la socialdemocracia en la periferia del continente, puesto que encima de la renuncia a la lucha por el Pleno Empleo que ellos mismos habían hecho, se les acumulaba un futuro de amplio y creciente desempleo estructural en sus territorios. En contraste, paradójicamente, mientras tanto en Alemania, favorecida por los procesos de acumulación, concentración y centralización de capitales que llaman el mercado único y su área monetaria, se imponía la Plena Explotación, no confundir con el pleno empleo, como una especie de sacerdocio de la explotación capitalista a toda costa a través del bien llamado laborismo. El hecho clave es que este laborismo estaba enmarcado en una lógica sub-estratégica menos evidente, de ofensiva general pro victoria monopolista germana en la competencia interimperialista por los mercados, las materias primas y el plusproducto internacional, primero al interior de la Unión Europea, y luego, ya con la Unión Europea constituida como un proyecto imperialista integrado y dirigido por los monopolios alemanes, a continuación hacia el mundo.
 
En definitiva, la socialdemocracia europea se sometió en cuerpo y alma a la construcción de ese imperialismo europeo, al par que lanzaba al proletariado europeo bajo las ruedas del Carro de Moloc, y le impedía con un palo levantarse para salirse de esa destrucción.
 
Así, mientras el precio de la construcción del imperialismo europeo había de pagarlo el proletariado, la socialdemocracia y sus bases sociales, compuestas, también en la periferia del continente, por los ubicados en los estatus intermedios, agasajados con subvenciones y ríos de dinero, presionaron cuanto pudieron para imponer a las poblaciones del continente ese proyecto imperialista que se llama Unión Europea.
 
 

Una estrepitosa bancarrota histórica con epigonía neoreformista

 
A resultas de su apoyo a sus distintas, en jerarquía, burguesías monopolistas nacionales, la socialdemocracia había quedado rota, de nuevo, como movimiento internacional, mientras su desconexión con el proletariado le había terminado por circunscribir al voto, que sin embargo en los países imperialistas es de masas, de los estatus intermedios, lo que hasta que el auge de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia obligó al capital a abordar la actual reestructuración si funcionó electoralmente, pero una vez la crisis de sobreproducción puso en declinación la movilidad social ascendente y comenzó la contracción de los estatus intermedios, también electoralmente dejó de funcionar. Y no solo eso.
 
En 2010, durante la bancarrota del estado español, el PSOE puso a votación y votó favorablemente con urgencia la modificación de la constitución española, – que tras 30 años de reivindicaciónes populares vascas de modificación en el sentido de la libertad de los pueblos para recoger el derecho de autoterminación sin chantajes militares, ni siquiera se había tolerado discutir bajo la escusa de una supuestamente necesaria inamovilidad constitucional – en favor de constitucionalizar con urgencia la prioridad del pago a los acreedores de la deuda pública sobre la provisión de fondos públicos para pensiones, salud, enseñanza y desempleo. Entonces, y solo entonces, los apoyos de la socialdemocracia, la alianza de fracciones de clase que constituían los estatus intermedios, se asustaron, al ver que la socialdemocracia europea les reservaba exactamente el mismo destino que al proletariado. Es entonces cuando pasan a buscar una alternativa, y la encuentran en el cinturón de seguridad de la socialdemocracia; toda la miríada de grupos reformistas, que, con aires de radicalismo, durante décadas se habían dedicado a darle cobertura y defensa, a modo de ‘el partido fuera del partido’.
 
Los Syriza en Grecia, Podemos en España, EH Bildu en Euskal Herria, entre otros, venían a retomar el papel de legitimantes del régimen capitalista en favor de la alianza de estatus intermedios contra el proletariado. Pero de esto hablaremos en otra entrega.
 
 
 
K.A. García-Salmones
 


* Sobreproblación relativa es la población relativamente sobrante al aparato productivo, se compone de sobrepoblación relativa latente, estancada y fluctuante.
** Un subempleado es quien ingresa un salario con un fondo de consumo menor que el necesario para la reproducción de su fuerza de trabajo.

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