Corporativismo "de género" e imperialismo demográfico: Análisis del artículo "Caída de la natalidad ¿una tendencia irreversible?" de Sara Mateos

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Analizaremos ahora este impresionante texto de S. Mateos que puede ser caracterizado como la posición oficial de la izquierda capitalista a propósito de la tendencia a la caída estructural de la natalidad por debajo de la tasa de reemplazo generacional en los países capitalistas centrales:

 

       Caída de la natalidad ¿una tendencia irreversible?

 

” El índice de natalidad cae por quinto año consecutivo. La fecundidad por debajo del nivel de reemplazo lleva en los últimos años pasando de ser una excepción a convertirse en norma. Uno de los principales inconvenientes, incluso cuando hay buena intención por parte de los poderes públicos, es que se sigue aludiendo a que las mujeres se han incorporado al mundo laboral como la causa primera de esta situación, pero ¿y qué hay de la no incorporación de los varones a las tareas de cuidado? ¿No hay causalidad en este hecho?

El conflicto trabajo-familia sigue enfocándose como una cuestión femenina. Persiste la idea de que la bajada de la tasa de fecundidad en países desarrollados es resultado inevitable de la incorporación masiva de las mujeres a la enseñanza superior y al mercado de trabajo, y al cada vez menor número de matrimonios. Aunque los datos empíricos revelan que esto no es así. Los estudios más recientes describen tres obstáculos principales a la hora de explicar el cada vez más drástico descenso de la natalidad:

1. La estabilidad laboral suele ser una condición esencial a la hora de plantearse tener descendencia. La elevada tasa de desempleo y la precariedad de quienes consiguen empleos supone un obstáculo de primer orden (en España la pobreza aumenta también entre personas con un empleo ).

2. El marco institucional y político. En España las políticas de conciliación nunca han sido una prioridad, ni han ido más allá de compromisos abstractos y medidas sin ningún calado estructural dirigidas principalmente a mujeres (abundando en el imaginario colectivo que identifica mujeres con cuidados). A esto hay que sumarle la crisis económica, con el desempleo y la precariedad aumentando de forma directamente proporcional a las políticas de austeridad, y un gobierno conservador en cuanto a la igualdad de mujeres y hombres. Todo ello abunda en esta situación, sin que por el momento existan visos de cambio.

3. La igualdad de género. Son cada vez más los estudios que establecen una correlación sólida entre (des)igualdad de género y tasa de fecundidad. Es decir, analizan que allí donde se promueve la igualdad de género, se elevan las tasas de natalidad.

La posición subalterna de las mujeres en el mercado de trabajo supone una limitación de facto al acceso a derechos y recursos públicos, que en los sistemas capitalistas se derivan principalmente del empleo (cotizaciones, pensiones, subsidios, etc.). Con lo que las consecuencias no deben medirse sólo en términos de dificultades presentes, sino también futuras. Como indica Bibiana Medialdea esta posición se consolida, en términos generales, en la treintena. Es decir, la edad media del primer hijo o hija de las mujeres españolas. En esta franja de edad en la que gesta “una parte muy importante de la desigualdad que lastrará los ingresos y derechos de las mujeres a lo largo de su vida”, y es “cuando las posiciones relativas de hombres y mujeres en el mercado laboral se diferencian de forma definitiva”, consolidando la división sexual del trabajo dentro de los hogares y en el mercado laboral.

Así, el tratamiento del desigual impacto laboral de la maternidad y la paternidad es un tema clave, estratégico, que cualquier estado debe plantearse.

Este tratamiento desigual no lo sufren sólo las mujeres que son madres, sino todas las mujeres. Es la denominada “discriminación estadística”, que implica que toda mujer, por el hecho de serlo, es considerada por el mercado laboral/empresariado como una madre en potencia y por tanto como “menos disponible”. Y es que ya decía Jean Jacques Rousseau que el destino de la mujer es la maternidad, la ejerza o no. La identificación de mujer con madre, y derivado de ello, con la natural disposición a todo lo relacionado con los cuidados, es una idea que subyace en nuestras sociedades y nuestra forma de desarrollar sistemas políticos y legislación.

Intervenir en todo ello no sólo es una cuestión de justicia social y de igualdad de oportunidades para mujeres y hombres, que tienen el mismo derecho a desarrollarse profesional y personalmente. Es que como indica una vez más Esping-Andersen, “sería insostenible una sociedad en la que todas las personas se desentendieran del cuidado al mismo nivel que hoy lo hacen los varones”.

Las políticas públicas son las que pueden y deben impulsar el cambio, abarcando dimensiones de intervención múltiples, desde los servicios de atención a la infancia y condiciones del mercado laboral, al sistema tributario y las transferencias de renta, pasando por la educación.

Por tanto políticas públicas sí, pero no cualquier política pública. El ejemplo del cheque bebé o el de las prestaciones a madres trabajadoras por quedarse en casa cuidando son ejemplos de lo que no se debe hacer. Políticas de conciliación no dirigidas exclusivamente a mujeres, ni aportaciones económicas puntuales (incluso universales) sino servicios públicos de cuidados, racionalización de los horarios, escuelas públicas de 0 a 3 años, etc. Los permisos parentales de duración suficiente, iguales para los dos progenitores, intransferibles y pagados al 100%, están resultando eficaces en el doble objetivo de aumentar la implicación de los varones en los cuidados y de reducir el sesgo laboral de género, como lo pone de manifiesto la reciente experiencia islandesa.

Medidas que promueven la igualdad de género al reducir los costes de oportunidad asociados al hecho de tener descendencia. Como lo hacen las escuelas infantiles de 0 a 3 años. Que no sólo no cuentan con el suficiente apoyo de las administraciones públicas como establece la ley, sino que forman parte de la política de recortes llevadas a cabo.

En el estudio de referencia se señala que “la natalidad tiende a ser más elevada en aquellas sociedades (…) donde los costes y el cuidado de los niños son compartidos entre la familia y el Estado, y donde la igualdad de género contribuye a hacer posible la conciliación de la vida laboral con la familiar”. Las investigaciones han destacado, además de la dimensión de la organización del trabajo y la disponibilidad de servicios públicos, que “las relaciones de género también son cruciales, ya que influyen en el grado en que se acepta socialmente que las madres con niños pequeños trabajen y que los padres participen en el cuidado de los hijos y en las tareas domésticas”. En esta investigación se señala que hay una serie de estudios que prestan apoyo empírico a esta afirmación, y que se ha demostrado que una contribución más equitativa de los padres a las tareas domésticas y al cuidado de los hijos e hijas tiene una influencia positiva en la fecundidad.

Los planteamientos aquí recogidos no parecen ser los del Plan Integral para la Familia 2014 que está elaborando el Gobierno, mediante el cual se pretende “recuperar la importancia de la familia extensa” y aplicar la “perspectiva de familia” para aumentar la natalidad. Cabe añadir que conceptualmente la “perspectiva de familia”, que encontramos en el entorno de la Iglesia católica e instituciones y medios afines, pretende básicamente contraponerse a la “perspectiva de género”.

No conocemos todavía cómo va a materializarse este Plan (a pesar de que Moncloa nos comunicaba en abril “que está previsto que se apruebe en las próximas semanas”), pero parece incidir en lo contrario a lo que recomiendan las investigaciones en la materia.

Por tanto, condiciones de trabajo, horarios racionales, políticas públicas y red estatal de cuidados, escuelas públicas de 0 a 3, permisos iguales e intransferibles. Igualdad entre mujeres y hombres. Plantearse el análisis marco de la cuestión de la natalidad bajo estas premisas (y no llegar a conclusiones tan disparatadas como que una ley restrictiva del aborto redundaría en aumentar el índice de natalidad) podrá invertir la tendencia. Mientras, solo caminamos firmes hacia el sexto año consecutivo.”

 

Copypasteado de Colectivo Novecento:

“Caida de la natalidad ¿una tendencia irreversible?” Por Sara Mateos

 

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Sobre el corporativismo “de género”: Análisis del artículo “Caída de la natalidad ¿una tendencia irreversible?” de S. Mateos

En su artículo S. Mateos  nos hace una explicación completamente irreal de la situación de la natalidad en el entorno de las seis naciones europeas suroccidentales (Portugal, Catalunya, Euskal Herria, Galiza, Castilla/España y Andalucia, siete con la nación africana Canarias) y, más en general, en los países capitalistas de Europa.Cree S. Mateos que en los países en que se promueve la ‘igualdad de género‘  “la natalidad tiende a ser más elevada”. Se refiere, obviamente, a los países con alta composición orgánica media de capital, países exportadores de capitales o países imperialistas, también llamados, en neolengua imperial, “países avanzados”.
Un primer problema de esta posición es que en los países con capitales poco desarrollados, normalmente con formaciones sociales todavía pro natalistas y con mayor desigualdad de géneros en la división sexual de la reproducción y producción social, (todo el peso de la producción recae sobre los hombres y todo el peso de la reproducción sobre las mujeres) se tiene en general un mayor número de hijos por mujer que en la mayoría de los “países avanzados”, cubriendo con holgura la tasa mínima de reemplazo social, de una media de 2,1 hijos por mujer, en el índice de fecundidad.
Esto quiere decir que lo que determina la baja o alta natalidad no es la igualdad o desigualdad entre géneros sino aquello que determina el carácter pro o anti natalista de una formación social. Y esta clave se encuentra en la lucha de clases, que determina a – y media sobre – las relaciones de género.

Por otra parte, para S. Mateos el estado puede, mediante reformas, elevar la natalidad explayando contratendencias a la tendencia económico-política estructural que está imponiendo el descenso de la natalidad. Por tanto, no haría falta una revolución para voltear esta situación de sometimiento de las fuerzas reproductivas a la producción de plusvalía. Para justificar esta posición alude indirectamente al modelo biopolítico imperialista escandinavo.

SUECIA, PARADIGMA DEL IMPERIALISMO DEMOGRÁFICO


Para S. Mateos  la baja natalidad estaría relacionada con el insuficiente desarrollo de la intervención del estado en la reproducción social y la desigualdad entre géneros. Lo que estaría causando la baja natalidad sería que el estado no regula mejores condiciones laborales a causa de “la derecha”, que los hombres son unos machistas que no ayudan a las mujeres en la crianza y que no hay voluntad política de disponer infraestructuras y servicios estatales suficientes para compartir el estado la crianza de los niños con los núcleos familiares.
Aquí aparece el paradigma biopolítico “socialdemócrata” escandinavo, que sirve de ejemplo para dar a esta posición estatista capitalista un sello de posible y asequible. Pero aquí hay otro problema, ni S. Mateos ni otros como, por ejemplo, el escritor político reformista V. Navarro, nos informan de que Suecia, gran promotora de la ‘igualdad de géneros‘ en condiciones capitalistas, solo logra mantener en el mercado laboral una tasa de actividad femenina del 59,3% (1) importando 908.318 mujeres desde otros países, en su inmensa mayoría obreras (2).
Esto lleva a pensar que la tasa real de inactividad en el aparato productivo entre las mujeres suecas endógenas, muy preocupadas por la igualdad entre géneros, será probablemente del 40-50%. Es decir, la no participación laboral también es en ciertos sectores endógenos femeninos de fracciones de clases un privilegio en el modelo escandinavo. ¿Quién subvenciona esa no participación privilegiada y la participación femenina en empleos de alto standing en Suecia (3)? Esas  732.481 mujeres inmigradas a Suecia, comparadas con el tamaño de la Población Activa de Suecia, 5.082.428 personas,(4) constituyen una fuerza de trabajo productivo y reproductivo más que considerable, incluso portentosa, aun cuando una parte de ellas por razones de edad no formaran parte de la población activa. No digamos ya las 1.427.296 personas de ambos sexos inmigradas que había en Suecia hacia 2011. En 2013, había 1.519.510 inmigrados, el 15.9 de la población total. (5). En realidad, la población sueca endógena no crece desde mediados de los años 50s del siglo pasado, el 27% de la población sueca es de ascendencia o total o parcialmente exterior a Suecia.
Se  entiende pues que la natalidad sueca, copiosa en ‘igualdad de género‘,  se subvenciona con importación de criadas de muchas nacionalidades – especialmente tailandesas, al parecer -, pero esto, sin duda, tiene como consecuencia la bajada de la natalidad de las mujeres de Africa, Las Americas y Asia inmigradas a Suecia y que realizan el grueso de los trabajos de cuidados reproductivos, no gestantes, y domésticos más duros en ese país. En Oslo, que nos sirve como ejemplo de ese área geopolítica aunque no sea la misma Suecia, las mujeres inmigradas de Las Américas, Asia y África tenían una tasa de natalidad de 2,26 hijos por mujer en 2009 pero en 2011 esta tasa bajó a 2,08 hijos por mujer, y sin duda seguirá bajando.
La subvención imperialista demográfica a la natalidad sueca, con importación de fuerza de trabajo a una escala brutal, ya más de dos millones de personas en 2014 respecto a una población endógena total de siete millones de personas, implica bajos precios de la fuerza de trabajo; pero la alta tasa de explotación implica, a su vez, la existencia de capitales sobrantes que a menudo se invierten en el exterior…
Es decir, Suecia es un país imperialista porque exporta capitales, por lo que una parte de la población endógena “corta cupones”, en el sentido en que empleaba Lenin este concepto; descuento de remuneraciones de puntos de interés como renta. “Cupones”, por cierto, que toman la forma incluso de un estatismo que provee empleos de investigadores, docentes, gestores, técnicos y otros trabajadores instalados, mujeres y hombres, para importantes porciones de población endógena, organizados como un explotador capitalista colectivo, pero muy sensibilizados con la igualdad de género. En el caso sueco porciones más amplias incluso que en la media de los países imperialistas.
Por supuesto, la promoción de la ‘igualdad de género’ puede aportar algo a la elevación de la natalidad entre los suecos endógenos, pero el hecho de recibir inversiones extraordinarias desde Alemania, en la línea del desarrollo de su Ostpolitik, o el hecho de la captación de rentas basadas en plusvalía provenientes de la exportación de capitales, como ya he mencionado, o de la explotación de los ya en rumbo a ser dos millones de inmigrantes, hombres y mujeres, en su inmensa mayoría de clase obrera, con un sector muy importante de fuerza de trabajo femenina reproductiva y de cuidados comprada barata en el mercado mundial, es lo que realmente pesa en elevar relativamente el índice de fecundidad de las mujeres en Suecia.
Por otra parte, el índice de fecundidad de las mujeres suecas, – en todo caso por debajo del mínimo de la tasa de reemplazo, 1,9 hijos por mujer ,  será, sin duda, menor en la clase obrera que en la burguesía y sus fracciones aliadas. Un muy probable reparto de índices de fecundidad por clase/género/origen en Suecia quizás sea de 2 hijos por mujer para las mujeres inmigradas, de 1,80 para la media de la población sueca autóctona, 2,20 para la burguesía y sus aliados, y de 1,5 para las mujeres de clase obrera endógena. Por supuesto, la segunda generación inmigrante tenderá a tener la misma natalidad que la clase obrera endógena sueca, y si no afluye inmigración suficiente al cesar las inversiones, estas tasa de natalidad e índice de fecundidad tenderán a disminuir.
Esto es, la reducción de la población de clase obrera endógena en los países capitalistas centrales es estructural y es una de las principales formas que toma la depauperación absoluta del proletariado en estos países. Esto es así porque la fuerza de trabajo en tanto trabajo vivo es capital, a medida que aumenta la composición orgánica del capital se requiere menos trabajadores por unidad de valor producida, pero también mayores inversiones por puesto de trabajo, y mayor cualificación media para abordar la concurrencia por los empleos. La explotación aumenta, – y si no aumenta colapsa la sociedad burguesa -, el capital para aumentarla aún más, saca fuerza sociales de la Esfera de la Reproducción, enviándolas hacia la Esfera de la Producción, de aquí el lanzamiento del ejercito reproductivo femenino hacia la producción y su reconversión, pero el modo en que la población de clase obrera puede sostener esta carrera de explotación / depauperación / extinción impuesta por la burguesía a la clase obrera para la producción de plusvalía, no es otro en la actual fase que teniendo menos hijos o no teniéndolos. (6)
En este panorama, la difusión de ilusiones en torno a la eficacia de la promoción de la ‘igualdad de género‘ por parte del estado capitalista como método de elevar la natalidad por encima del nivel de reemplazo en un país con alta composición orgánica del capital, – que incluso empleando exitosamente el imperialismo demográfico en Suecia no se eleva por encima de la tasa de reemplazo en la clase obrera -, es una manera de crear maniobras de diversión para confundir y desnortar a la población de clase obrera sobre las verdaderas causas del descenso de la natalidad y la verdadera antagonía en el seno de la formación social sueca y mundial: la acumulación capitalista y la contradicción de clase. Y el fascismo, la forma de desviar el malestar creciente y difuso de la clase obrera interna, en extinción paulatina, hacia sus competidores forzados, los obreros inmigrados, que en realidad son sus compañeros de explotación, depauperación y extinción.
En todo caso, es una fantasía reformista el que el modelo sueco de imperialismo demográfico sea también aplicable en las semiperiferias de los grandes centros mundiales de acumulación de capitales, menos todavía en determinadas  semiperiferias…

ÍNDICE DE FECUNDIDAD Y POTENCIAS CAPITALISTAS CENTRALES DIVIDIDAS ENTRE POTENCIAS”CON Y SIN” IMPERIO TERRITORIAL

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FUENTE: *Elaboración propia, a partir de datos de Datosmacro.com

Pero, efectivamente, no en todos los países con alta composición orgánica media de capital,  altamente desarrollados o imperialistas, la natalidad es muy baja.
Por ejemplo, en EEUU, Reino Unido, estado francés y Suecia vemos que el índice de fecundidad y la tasa de natalidad son comparativamente más altos que en Alemania, Italia, Japón, estado español o Grecia, y aún así la fecundidad media por mujer también está por debajo del nivel de reemplazo.
Lo sospechoso es que son precisamente los países capitalistas que formaron parte del Eje del Fascismo, Italia, España, Alemania y Japón durante la gran crisis del capitalismo en los años 1930s los que tienen las tasas de natalidad más bajas. Pero ¿cuál era la diferencia económico-política principal en los años 30s del siglo XX de estos países con relación a esos otros países imperialistas centrales como Inglaterra y Francia? Pues que estos poseían y poseen un imperio territorial y aquellos no, que son, en definitiva, países imperialistas sin imperio territorial.
El estado francés subvenciona la natalidad a través de la superexplotación de amplias regiones africanas, y aún así el índice de fecundidad de la población endógena del Hexágono, especialmente de clase obrera, es sin duda bastante menor a 2,03 hijos por mujer. Quede claro que lo que se promueve en el estado francés no es la natalidad en sí, sino un medio para sostener su proceso imperialista en África, pues no se puede sostener un imperio territorial sin disponer de población suficiente para manejarlo, de aquí la necesidad del capitalismo monopolista francés de fomentar la natalidad. Lo que solo pueden permitirse por los acuerdos con Alemania en, por ejemplo, la Política Agraria Común de la UE, con su subvención y proteccionismo agrario que forzosamente impacta positivamente en la natalidad en el campo del estado francés; o por el permiso del capital imperialista transnacional, hasta ahora, para mantener una elevada deuda pública, con la cual, entre otras cosas, subvencionar los servicios necesarios para abaratar socialmente el esfuerzo en trabajos de cuidados reproductivos.
Otro problema, pues, para la posición de S. Mateos es que la deuda publica alta, que se fundamenta en el imperio territorial y el poder armado, y en alianzas con otras potencias monopolistas, no puede mantenerse sin ese imperio territorial y sus respaldos.
La propuesta de elevar el índice de fecundidad en la Península Ibérica mediante ‘estado de bienestar’ y ‘promoción de la igualdad de género’, en las condiciones históricas capitalistas concretas donde la región europea suroccidental forma como semiperiferia de un área imperial en declive, es completamente irreal.
La tasa de natalidad y el índice de fecundidad en la clase obrera endógena de los países imperialistas centrales, incluyendo la del estado francés, tiende a caer muy por debajo de la tasa de reemplazo, mientras el reparto de la reproducción social por clases, de la natalidad, es exactamente igual que en el resto de los bienes, riquezas, servicios y condiciones positivas y negativas. Pero esto solo es mitigado mediante el endurecimiento de la explotación imperialista. Recordemos, la bajada de la natalidad es estructural, más aguda si cabe en las semiperiferia pero estructural a todos las grandes regiones con centros imperialistas de acumulación de capital.
La implicaciones de esta condición estructural causante de la bajada de la natalidad alcanzan de pleno a la posición socialimperialista mal llamada socialdemócrata, según la cual la intervención del estado puede variar esta tendencia, promoviendo igualdad de género pero no prohibiendo el aborto, y, eso si, ignorando, como hace S. Mateos, el hecho de que el estado es el estado de una clase social para la dominación de otra clase, y que esa clase explotadora -y sus aliados- no está en crisis de reproducción social.
¿A qué se debe la bajada de la natalidad en todos los países imperialistas? A varias explotaciones y dominaciones estructurales, y de clase, gran parte de las cuales quedan ocultadas en el discurso reformista. Para empezar, no es solo la crianza, es también la formación de la fuerza de trabajo, lo que asumen las parejas. Y esta se prolonga por dos o tres décadas a estas alturas del desarrollo del capitalismo. Es que a medida que se eleva la composición orgánica media del capital también se elevan las capacidades necesarias para presentarse en la concurrencia, en estas condiciones, si un hijo es mucha carga si hay que sostenerla con un salario moda ¿qué diremos de dos? La tendencia es a criar un hijo en la clase obrera, puesto que simplemente los bajos salarios, algo de lo que S. Mateo no habla, no permiten asignar medios para dos hijos. Pero elevar los salarios conduciría a la quiebra económica en un marco de competencia maximizada globalmente.
S. Mateos tampoco dice nada del tamaño de hábitat, el tipo de vivienda y el grado de desarrollo de la renta del suelo. Pero todo ello impacta brutalmente en la posibilidad de dar nido a segundos hijos, cuando no a primeros hijos o aún a, directamente, simples parejas.(7)
El discurso de S. Mateo, que olvida todo esto, por ello también forma parte de la cultura concurrente de la competitividad femenina, en donde se nos cuenta que las mujeres no quieren ejercer la maternidad pues son obligadas ambientalmente a ejercerla, y en realidad lo que quieren es el derecho a no ejercerla para poder concurrir y vencer en la lucha competitiva con los varones por los puestos de trabajo y, más específicamente, por los puestos de trabajo más remunerados.
Porcentaje de trabajadores/as en función de su SALARIO con respecto al Salario Mínimo Interprofesional (SMI) (respecto al total de trabajadores) por sexo. FUENTE: INE

S. Mateos debería saber que en la jungla laboral que organiza el capital, si una mujer vence esta lucha competitiva otra mujer u otro hombre, pierden sus medios para poder tener hijos o tener más hijos.
Esto es así en el mundo real capitalista más allá de la ‘igualdad de género’. Cuando en ocho millones de familias a escala estatal todos sus miembros trabajan pero en seis millones de familias hay algún miembro en paro y en dos millones de familia no trabaja nadie, ni hombres ni mujeres, o cuando, a la vez, la estructura salarial incluye vastas masas de obreros con salarios inferiores al costo de reproducción de la fuera de trabajo, se torna insostenible mantener que la ‘desigualdad de género’ sea una contradicción superior, que merezca más y mayor atención que la antagonía de clases.
La burguesía y sus aliados están dispuestos a fomentar la igualdad de género y la compartición del trabajo reproductivo y de cuidados en la clase obrera, pero, a la vez, en su seno contratan criadas en lugar de hacer ese reparto de trabajos reproductivos, de cuidados o doméstico, ello sin dejar de acaparar los empleos y los ingresos en renta.

LA CONVERGENCIA DE LAS TENDENCIAS NEOMALTHUSIANISTA Y  PROTECCIONISTA CON EL REFORMISMO ESTATISTA.

Tentacion proteccionista
Peor todavía, de pronto encontramos que “la ultraderecha” y “la izquierda”, – o mejor dicho, el reformismo de la pequeña burguesía y de la aristocracia obrera-, capitalistas europeas coinciden al milímetro en sus programas básicos en lo que atañe a la reproducción social. Donde la nazi-fascista francesa Marine Lepen, por ejemplo, sostiene la necesidad de aplicar la “planificación familiar” en África, o sea la reducción del índice de fecundidad de las mujeres africanas, para que no emigren de mayores sus hijos al estado francés, los reformistas “de izquierdas” nos vienen lamentándose de la “superpoblación”, supuestamente angustiados por la salud del planeta y reclamando  “planificación familiar” en todo el mundo para… ¡liberar a las mujeres, luchar contra la pobreza y ayudar a la salud del planeta!
No es casualidad que, sin embargo, si quieran, a la vez, nacionalmente la elevación de la tasa de natalidad, y apelen para ello al “estado de bienestar”, es negativa consciencia imperialista.
¿Cómo lograr disponer de “estado de bienestar”, es decir de altos salarios generales indirectos en los países imperialistas que compiten entre si, incluso violentamente, por los mercados? Hasta ahora los grandes capitales concentrados lo lograban a través de la generación de deuda pública y privada, y del desarrollo, en último análisis, del Salario General Anticipado. Llega un momento en el cual, tras 40 años de realización de esta práctica en los centros imperialistas, el desarrollo mediante crédito y deuda pública ya es insostenible, el consumo o comienza a derrumbarse o ya no puede mantenerse al mismo nivel, los recortes proliferan, y la economía basada en deuda entra en declive, barriendo con el “estado de bienestar”. El auge de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia lleva al estallido de la crisis y esta a la búsqueda por parte del capital de la intensificación de la explotación.
Y aquí entra en juego la negación por parte del reformismo de la existencia de la crisis capitalista, con la afirmación de que esta consistiría en procesos voluntarios de recortes de derechos que realizan élites por su libre albedrío. ¿Por qué esta negación? Porque si no la hicieran se verían obligados a reconocer que la verdadera cuestión cuestión es que el problema es el sistema en si.
Con el reformismo en crisis, el auge del reformismo feminista, buscando apuntalar a su corriente política de sostén, es fomentado por distintas fracciones de técnicos y empleados administrativos, y dentro de este surge una corriente específica que podemos denominar “corporativismo de género”, el cual apunta hacia las responsabilidades de los hombres por la mala situación de las mujeres en mala situación social, es decir, proletarias. Los hombres no realizan las tareas de reproducción, cuidados y domésticas en el grado necesario para que las mujeres queden liberadas del trabajo reproductivo, mientras (solo) “la derecha” es culpable de la precariedad, y el estado, al parecer, no es un estado capitalista sino un estado exento y externo a la contradicción de clase, un estado como sujeto de sí mismo que contempla al capitalismo y sus perjuicios desde la exterioridad.  Un estado que miraría cómo le toma el pelo el capitalismo como las vacas miran al tren, pero que, gracias a reformistas que le gritan que despierte, que el tren viene contra él, terminará por despertar y erradicará la precariedad y la desigualdad “de género”.
S Mateos olvida que estamos en un mundo en que rige la ley del valor-trabajo. Para disponer de poder de compra en el mercado mundial, o de crédito, hay que vender y para vender hay que competir. La creación de empleo mediante proteccionismo termina por pasar factura, pero también la importación de fuerza de trabajo empeora la situación de la mayor parte de la clase obrera endógena. Así que no se puede apostar por el proteccionismo ni se puede tampoco desconocer la grave situación en que quedan clases obreras endógenas ya superexplotadas al confrontarlas con la concurrencia maximizada de esta época. Finalmente, las apelaciones estatistas de “la izquierda” y “la extrema derecha” capitalista son apuestas por el proteccionismo estatista que conduce, a su vez, invariablemente, según ha demostrado ya la historia del siglo XX, a la exacerbación del imperialismo.
La idea de que aumentando la deuda pública como si tal cosa se financia todo, hasta el “estado de bienestar”, sin consecuencias negativas, como la de que hay que pagar lo adeudado más adelante, y precisamente lo tienen que pagar las siguientes generaciones, que como hemos visto están decrecidas tras cuarenta años de malthusianismo reformista, es estrafalaria.
En realidad, aunque no le guste reconocerlo al reformismo, ahora habría que pagar lo encasquetado por el régimen a la clase obrera endógena más lo siguiente que se emita como deuda pública para pagar la implantación y el sostenimiento del pro natalismo en condiciones capitalistas, pero si no se paga lo anterior no se venderá la deuda pública y si no se vende la deuda pública no se podrá financiar el plan estado de bienestar pro natalista con promoción de la ‘igualdad de géneros’. Todo lo cual confluye en un punto, el capitalismo en su fase imperialista pone en contradicción las fuerzas productivas con las fuerzas reproductivas; para sostener la acumulación de capital saca energías de la Esfera de la Reproducción, a la cuales  somete a la Producción de Plusvalía en la Esfera de la Producción. ¿No sería esto lo primero que habría que atajar eliminando a la clase capitalista y la forma estado para que pueda volver a fluir y renacer la vida colectiva?
 

EL CORPORATIVISMO “DE GÉNERO”.

Evidentemente, S. Mateos no parece ser consciente de todas estas problemáticas. Pero su sesgo paradigmático, empleando la ideología feminista, es brutal, como demuestra al inicio del artículo cuando señala que:

” El índice de natalidad cae por quinto año consecutivo. La fecundidad por debajo del nivel de reemplazo lleva en los últimos años pasando de ser una excepción a convertirse en norma. Uno de los principales inconvenientes, incluso cuando hay buena intención por parte de los poderes públicos, es que se sigue aludiendo a que las mujeres se han incorporado al mundo laboral como la causa primera de esta situación, pero ¿y qué hay de la no incorporación de los varones a las tareas de cuidado? ¿No hay causalidad en este hecho?

Uno se pregunta por qué y para quién es inconveniente esta verdad científica. Si no se ignoran las contradicciones reales y las causas que las producen y las mediaciones que las reproducen, la realidad no puede ser transformada ni trans-substanciadas las relaciones sociales de producción que la constituyen.
Por muy inconveniente que sea para quien lo sea, el derrumbe por debajo de la tasa de reemplazo de la fecundidad y la natalidad en las formaciones sociales imperialistas es consecuencia del lanzamiento masivo de la fuerza de trabajo femenina, ocupada masivamente con anterioridad a la reproducción de la clase obrera, a componer oferta adicional de fuerza de trabajo en la Esfera de la Producción, lo que permitió contener la transformación de la tendencia coyuntural al alza de los salarios en estructural y así superar la crisis de sobreproducción de los 60-70s, proceso acaecido a partir de 1973  en el caso del estado español, y en otros tiempos, antes o después, en otros estados. Para el reformismo y para esta versión corporativa de género del reformismo estatista, lo que es inconveniente es analizar científicamente la realidad y no ocultar la lucha de clases.(8)
Nos aclara S. Mateos empleando una cita de Esping-Andersen que “sería insostenible una sociedad en la que todas las personas se desentendieran del cuidado al mismo nivel que hoy lo hacen los varones“. Pero en realidad nunca en la historia del capitalismo hubo mayor participación de los hombres en los trabajos de cuidados, domésticos y reproductivos, pero es precisamente en este momento cuando la tasa de natalidad está más baja, de manera que lo que hay que explicar es por qué ahora se desentienden las mujeres obreras del trabajo reproductivo, de cuidados y doméstico,  ¿por qué no es remunerado? Entonces la caída de la natalidad en la clase obrera es causada por la tendencia a la mercantilización de las relaciones sociales de producción y reproducción, bajo el capitalismo, además de por la elevación de la composición orgánica media del capital.
Como mercancías que producen mercancías, las mujeres obreras y/o trabajadoras, como en Suecia, no están haciendo ninguna revolución de nada sino participando en la mercantilización de los trabajos de cuidados, domésticos y reproductivos, y, así, ampliando la esfera de las relaciones sociales mercantilizadas. Como el resultado de estas nuevas alienaciones mercantiles es la caída de la natalidad de la clase obrera y eso, llegado a determinado punto, es negativo para la comunidad y para las propias mujeres, pero, a la vez, desde el punto de vista de las mujeres más beneficiadas por la explotación general de hombres y mujeres resultan ser una necesidad, surge el interés en ciertas fracciones de clase capitalista y sus aliados de defender las posiciones alcanzadas por la fuerza de trabajo femenina, pero haciéndo esa defensa, además, de tal manera que no perjudique a la acumulación de capital. Entonces el feminismo burgués toma la forma de corporativismo de género, rabiosamente interclasista por cuestiones de clase, que no se solidariza con el sufrimiento del proletariado masculino con la escusa de que su género es explotador y que oculta los sufrimientos padecidos por la proletarias derivados de su condición de clase, entre ellos la negación de la maternidad, otro proceso vital en vías de mercantilización capitalista sometido ya al poder de compra.
Finalmente interclasismo burgués, desarrollando la conciliación alrededor del Salario General Indirecto dispuesto para la reproducción de la fuerza de trabajo que gestionan las administraciones públicas, en clave reformista, apoyándose en movimientos sociales más que tolerados subsidiados por la clase capitalista y su estado como el eco y neo malthusianismo, camuflado bajo formas feministas incluso dizque “radicales”, y criticando la precariedad mientras no explican cómo eludir el proteccionismo para sostener su plan de capitalismo monopolista de estado con rostro humano de género, el corporativismo interclasista burgués “de genero” que nos intenta vender S. Mateos, finalmente, nos da su receta para invertir la tendencia al descenso de la natalidad:

“Por tanto, condiciones de trabajo, horarios racionales, políticas públicas y red estatal de cuidados, escuelas públicas de 0 a 3, permisos iguales e intransferibles. Igualdad entre mujeres y hombres. Plantearse el análisis marco de la cuestión de la natalidad bajo estas premisas (y no llegar a conclusiones tan disparatadas como que una ley restrictiva del aborto redundaría en aumentar el índice de natalidad) podrá invertir la tendencia. Mientras, solo caminamos firmes hacia el sexto año consecutivo.”

Veamos, para empezar no es cierta la afirmación de S. Mateos de que el problema consiste en que estemos en el sexto año consecutivo de caída de la natalidad en el estado español, puesto que el índice de fecundidad media por mujer en el estado español está por debajo de la tasa de reemplazo desde 1981. Son pues 33 años consecutivos y no solo seis años los que viene expresándose la insuficiente reproducción social.(9) Y sí, el lanzamiento de las mujeres al mercado de fuerza de trabajo, expulsándolas de la esfera de la reproducción hacia el aparato productivo, es la causalidad principal de la caída de la natalidad en el conjunto de los países imperialistas. Pero hay buenas noticias para las feministas burguesas y sus socias corporativistas “de género”; el capital no puede prescindir de la puesta en explotación de esa fuerza de trabajo femenina en el aparato productivo y como oferta adicional de fuerza de trabajo, pero es que, además, la inmensa mayoría de las mujeres en edad reproductiva no pueden prescindir de vender al capital su fuerza de trabajo para sobrevivir.
Por tanto, la tendencia al descenso de la natalidad a escala mundial, europea y estatal por debajo de la tasa de reemplazo, sobre todo en la clase obrera endógena de los países imperialistas, aún cuando experimentara fluctuaciones ocasionadas por las oleadas de  inversión capitalista como igualmente ocurre con la tasa de paro, va a continuar y solo puede revertirla realmente una revolución social internacional de clase obrera, realizada por las masas de la clase obrera y de sus aliados, de ambos géneros, no meramente por un proceso hecho desde arriba, por estados capitalistas que de neutrales no tienen nada, y ocultando con corporativismos de género la causas reales de la caída de la natalidad en la clase obrera, como propone el reformismo estatista.
Con nuevos ingredientes, ‘igualdad de género’, ‘estado de bienestar’, eco-neomalthusianismo, tenemos ante nuestras narices las bases para la formación de un fascismo adhoc al siglo XXI en los países imperialistas con su capitalización demográfica endógena en declive. Pero el discurso reformista estatista, aun cuando pretende transferir el control directo de la natalidad proletaria al estado al reivindicarle y entregarle la “compartición de la crianza”, parece no constituir parte de este nuevo fascismo imperialista del siglo XXI, pues es “de izquierdas”, es ecologista, es feminista, está a favor de la inmigración (aunque no en el caso de Le pen, claro, porque la natalidad en el estado francés todavía no es la preocupación del oportunismo y si lo es la concurrencia por los empleos), o mejor dicho, del imperialismo demográfico, y está en contra de la precariedad por medio del desarrollo del “estado de bienestar” sin socialismo ni comunismo… A costa de la clase obrera mundial.
 
K.A.García-Salmones
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NOTAS
(1) Tasa de actividad femenina de Suecia, en 2011.
(2) Inmigración en Suecia.
(3) SITUACIÓN DE LA MUJER (*En Suecia)
Mujeres en cargos profesionales y técnicos: 51 % de cargos (1992-2003)
Mujeres legisladoras, altas funcionarias y directivas: 30 % de puestos (1992-2003). Brecha de ingresos estimados entre mujeres y hombres: 0,69 (1991-2003). Mujeres en cargos de gobierno a nivel ministerial: 52,4 % de cargos (2005). Mujeres en bancadas parlamentarias: 45,3 % de bancas (2005)
Indicadores macroeconómicos de Suecia.
(4) Datos del Banco Mundial
(5)Países por población inmigrante
(6)Veáse un análisis del proceso de acumulación y la transformación de la población en capital humano demográfico y sus consecuencias, en el caso de Euskal Herria: Gran crisis biopolítica del capitalismo y República Socialista de Nabarra.
(7) La propiedad privada inmobiliaria, factor clave en la reducción de la natalidad en la clase obrera no propietaria.
(8) Dentro de una tendencia a la bajada de la natalidad comenzada en 1975, dos años después del estallido de la gran crisis del petroleo 1973, la fecundidad bajó por debajo de la tasa de reemplazo en 1981 y hasta hoy en día no ha sido invertida esta tendencia. La tendencia al descenso se inicio con 2,84 hijos por mujer en 1975 y el año pasado, estaba en 1,27, teniendo en cuenta que un margen importante de esa proporción se debe a las mujeres inmigradas hasta el 2009.Compruébese en esta colección de datos pulsando sobre este link de la web Datosmacro.com
(9) Veáse “LA GUERRA DE GÉNEROS MUNDIAL”. Maximización de la concurrencia, guerra de géneros y acumulación de capital. Capítulo I. El capitalismo como gran erradicador histórico del patriarcado y de la desigualdad de géneros..

“En este movimiento hacia la Esfera de la Producción, las mujeres capitalistas copan los empleos que anteriormente correspondían a hombres de la clase obrera, y eran la base de su movilidad social ascendente, hombres de clase obrera que de ese modo se constituían en aristocracia obrera y, luego, normalmente, con el tiempo ingresaban en la clase capitalista. Una vez la burguesía desencadena la igualdad de géneros estos hombres pierden gran parte de su movilidad social ascendente. La distribución de empleos productivos altamente retribuidos para las mujeres capitalistas, primeramente comenzó en las universidades, y desde allí se expandió, poco a poco, a todo el aparato productivo.

Como una reacción en cadena, la aristocracia obrera ya constituida al iniciarse este proceso de incorporación de las mujeres capitalistas a la Esfera de la Producción, proceso, finalmente, de Abolición Real del Patriarcado, opera del mismo modo que la burguesía fomentando la Igualdad de Géneros en sus áreas de influencia, y colocando así a las mujeres de sus familias y redes sociales en los puestos de trabajo que no podían copar las mujeres burguesas.”

 
 

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