[VERSIÓN 1 | Revisión 77 | 8 de agosto de 2022 ]
Una de las ideas erróneas que hemos heredado los espartaquistas es que hubo una revolución burguesa en Francia en 1789 y, restando sus replicas, allí se terminó toda revolución burguesa para siempre. Lo que estamos viendo ahora no cuadra, sin embargo, con esa visión, pues resulta cada vez más innegable que lo que está haciendo ahora la burguesía internacional, propulsada por las contradicciones de la dinámica de la acumulación, y dirigida por su fracción reinante globo-oligopolista tecnomalthusiana, es una revolución global. Solo ocurre que esta revolución es una revolución burguesa.
A lo largo de este texto analizaré la dimensión revolucionaria burguesa, pero rabiosamente anti proletaria, de la actual ofensiva tecnomalthusiana que busca incrementar la explotación al nivel necesario para propulsar la eventual nueva Reproducción Ampliada del Capital en la fase de la Robotización Biodigital. Y concluiré con la crítica a una posición nazifascista aristócrata obrera opuesta a la objeción de conciencia entre los médicos en relación con el aborto, que es el actual foco de las contradicciones entre el proletariado mundial y el capital en funciones.
ÍNDICE
1) Las Revoluciones Burguesas Generales se producen en torno a una cada cincuenta años
2) Las Revoluciones Burguesas Generales tienen una peculiaridad: Son antisociales
3) Superciclos burgueses revolucionarios, si, pero de la cosificación humana
4) La actual revolución burguesa expande la primarización de los cuerpos humanos desde los preinfantes a toda la población
5) La objeción de conciencia en el aborto disgusta a la aristocracia obrera
6) Colectivismo sanitario burgués o autogestión proletaria de la salud
7)El derecho burgués a no cuidar, esto es, a abortar, es esencialmente anticomunismo
8) Carta abierta a Tita Barahona ¿por qué no lo haces tú misma con tus propias manos, Tita?
Las Revoluciones Burguesas Generales, se producen en torno a una cada cincuenta años
Sabemos desde la lucha de Graco Babeuf de los riesgos de apoyar este tipo de procesos burgueses solo porque es revolucionario anular y suprimir el estado de cosas existente o porque el movimiento lo es todo y el objetivo no es nada… y es que en la lucha de clases la pregunta de “a quién beneficia” hay que aplicarla incluso a la revolución misma, porque si no beneficia al proletariado internacional y aleja, en lugar de acercar, la concreción de la fase histórica del comunismo, si a la postre lleva a lo contrario, entonces es una revolución anticomunista, y, por tanto, lo verdaderamente revolucionario resulta ser ponerle el freno.
En nuestro caso contemporáneo, esto significa poner el freno a la actual efusión de impunidades pro cosificación de humanos. Impunidades camufladas masivamente en pandemias de dictaduras sanitaristas, en plagas de innovaciones sociales y tecnológicas hiper-opresivas, y en despóticas descarbonizaciones que aumentan los riesgos de extinción humana, al reducir el crecimiento de la población, y elevan brutalmente la cuota de explotación del proletariado mundial.
Actualmente, – con la excepción de las tendencias nacionalistas que se enrocan en la economía imperialista para evitar su regulación política en el nivel ultraimperialista, que es el nivel organizativo de la nueva Reproducción Ampliada Mundial del Capital -, la oligarquía globo-oligopolista comanda, además de a la burguesía internacional, a su actual bloque social de apoyo en el que forman la aristocracia obrera, las fracciones de técnicos, el funcionariado y la pequeña burguesía más dinámica, o en mayor movimiento, desplegada por los ramos digitales emergentes, y alrededor de la alienación plubiprivada de la plusvalía tributaria.
Estas alianzas pueden estallar con gran virulencia en cualquier momento si se profundiza el colapso del capital, pero en estos momentos son aplastantes convergencias alrededor del objetivo de demoler el ruinoso edificio político-institucional y cultural del Toyotismo, el cual es crecientemente atacado (derribos y caídas del antiguo sistema de crédito social, del sistema de adoctrinamiento universitario-escolar, del sistema de salud o de control de los cuerpos y del sistema neomalthusiano de procreación, para empeorarlos hacia mayor cosificación y explotación por norma revolucionaria burguesa) a medida que el bloque social de apoyo del régimen burgués reformista se ve obligado a destruir masivamente capital no rentable, y a intentar sustituirlo con otros capitales productivos cuyo desarrollo y expansión precisan de la implantación de numerosas innovaciones sociales radicales. Por ejemplo, el emergente capital biodigital.
Pero esto no es la primera vez que ocurre.
Cada vez que la caída de la tasa de ganancia media de forma estructural ha impedido el desarrollo de la acumulación, la burguesía se ha lanzado a hacer una revolución general para eliminar los obstáculos, trabas y limitaciones que impedían el aumento de la cuota de explotación
Cada vez que la caída de la tasa de ganancia media de forma estructural ha impedido el desarrollo de la acumulación, la burguesía se ha lanzado a hacer una revolución general para eliminar los obstáculos, trabas y limitaciones que impedían el aumento de la cuota de explotación y, así, la reproducción ampliada del capitalismo, pero también se ha lanzado a poner los nuevos cimientos materiales, normativizaciones antisociales y bases jurídico-políticas nuevas necesarias para su eclosión. Así ha venido siendo, en cada nueva normalidad o, mejor dicho,… en cada nuevo modelo, cada vez más inadmisible, de cosificación de humanos.
Por supuesto, si no lo hiciera su clase se vería destronada, pero, lejos de ser por ello la burguesía una clase revolucionaria, – que no es lo mismo que ser una clase que hace revoluciones -, las revoluciones burguesas son muy peculiares; al contrario que la revolución proletaria, que es una revolución social, las revoluciones burguesas son revoluciones antisociales. Y es esto precisamente lo que la burguesía internacional y sus aliados de clases medias reformistas están haciendo ahora, una revolución antisocial.
Y esto mismo, finalmente, también lo hizo como un movimiento generalizado de la clase entre 1789 y 1816. Entre 1868 y 1890. Entre 1923 y 1944. Y entre 1968 y 1989. Y vuelven a hacerlo ahora otra vez, a la mayor escala jamás alcanzada.
Las Revoluciones Burguesas Generales tienen una peculiaridad: Son antisociales
En este sentido, cabe preguntarse, ¿por qué, por ejemplo, un asesino burgués de la talla de Napoleón tiene una buena imagen histórica en el estado español cuando sembró con medio millón de cadáveres sus territorios?, o, ¿por qué hay tantas presiones de ocultación del componente transgresivo, radicalmente opuesto al conservadurismo, en el nacional-socialismo clásico, el alemán, por ejemplo en la prescripción del abortismo “progresista” para la poblaciones declaradas subhumanas en los territorios ocupados del Este? Y, finalmente, ¿por qué Stalin es el malo de los malos de la película que nos cuentan la ultraizquierda profesional del espectáculo, y la grande y pequeña socialdemocracia? ¿acaso porque le acusan de ser el responsable de las revolucionarias leyes proletarias soviéticas de familia de 1936 y de la represión del neomalthusianismo durante su histórico combate revolucionario antifascista? Lo que quedaba derruido en gran medida por la Revolución Burguesa de 1968 fue precisamente la obra del proletario Stalin, pero no la de los burgueses Hitler y Napoleon.
La burguesía neomalthusiana, con su malthusianismo de tercera ola que llama planificación familiar a la eugenésica higiene social, y endosa envuelta en lazitos revolucionarios a su mal llamada “revolución sexual”, en realidad anti sexual, y “liberación de la mujer”, finalmente abolición de la maternidad, que es esencialmente nazi-fascista, triunfó en 1968. Arrasó con los obstáculos sociales, políticos y culturales opuestos a la eclosión de la entonces nueva reproducción ampliada de capital, la toyotista, en la que la competencia entre capitales y empresas se trasladaba a la competencia entre proletarios, en toda la fábrica social.
En esa misma acción transicional de las clases medias imperialistas desde el fordismo natalista al toyotismo higiénico social, se co-desarrollaron armónicamente tanto una nueva movilidad social ascendente (para calmar a las nuevas generaciones de aristócratas obreros dándoles salida de ascenso social en la profesionalización de la representación de los estatus biológico-políticos y de las identidades “oprimidas” seccionalizadas ‘posmo’) como el incremento en paralelo de la cuota de explotación.
La hipertrofia de la socialdemócrata Política de las Identidades en el interseccionalismo posmo es, pues, un efecto estructural de la lucha de clases en las formaciones económico-sociales capitalistas con muy alta composición orgánica del capital, no “socialcomunismo”, y su lucha gransciana por la hegemonía cultural es una necesidad reformista de fracción de clase en hacerse con una porción de la plusvalía, no nada revolucionario proletario ni que se le pueda parecer sin el barniz de una insistente y saturante propaganda negra.
Ya he expuesto la base material del proceso de demolición y caída de la forma fordista de producción de capital humano, forma cuya concreción estuvo relacionada tanto con las luchas obreras revolucionarias como con las necesidades de expansión del capital ciudad, en movimiento dialéctico con la expansión de la renta del suelo y la propiedad inmobiliaria. Lo expuse en el artículo titulado “El proceso de disminución del salario mínimo proletario y la masificación del abortismo. Génesis, historía y perspectivas.”, que pronto intentaré reactualizar. Con lo que no estaba relacionada esa transición en la producción del capital humano es con lo que nos contó la aristocracia obrera feminitaria sesentayochista durante décadas.
No se trataba de la negación del fantasmático el El Patriarcado, es decir, de lo patriarcal, (de lo relativo al poder del padre no propietario, efectivamente negado con saña por el capital en el proletariado durante medio siglo) se trataba de facilitar la nueva expansión de la dialéctica estructural del capital en la producción de capital humano, con todas sus mediaciones objetivas (disminución del salario mínimo), y en la maximización toyotista de la producción de plusvalía, y de actuar las clases medias toyotistas en el plano subjetivo y cultural del proletariado (estafas gramscianas) como si fueran revolucionarias sociales. Sin el continuo aliento de la socialdemocracia ese descomunal fraude genocida simplemente no hubiera sido posible.
Superciclos burgueses revolucionarios, si, pero de la cosificación humana
Los precedentes de la revolución burguesa de 1968 tienen hondas raíces.
El superciclo de la lucha de clases netamente capitalista industrial se inicio tras la supresión de las trabas feudales del Imperio Español a la transformación del capitalismo comercial y manufacturero en capitalismo industrial, bien ejemplarizadas en las figuras de Don Quijote y Sancho Panza, – el feudal que no puede y el burgués que no quiere – y que, a la postre, salvaron de la extinción a los indoamericanos del centro y sur de América.
Fue, precisamente, la eliminación de esas trabas feudales, que consideraban población y tierra como un medio de producción integrado, lo que facilitó, ya en un proceso plenamente capitalista industrial, los grandes genocidios británicos contra los campesinos originarios de los EEUU, Canada y Australia, así como en la India y China, en el siglo XIX.
Al eliminar las trabas feudales, culturalmente consignadas en el catolicismo y anuladas en las corrientes teológicas protestantes, el epicentro de la acumulación dejaba de ser la alienación de los diferenciales de valor en el intercambio en el mercado mundial, y el “atrasado” capitalismo comercial y manufacturero católico dejaba paso al “avanzado” capitalismo industrial protestante. A través de la energía de la turba holandesa, la organización manufacturera intensiva y el calvinismo del dinero como signo de salvación, se preparó la eclosión de la Revolución Industrial en Inglaterra desde mediados del siglo XVII, lanzando a los humanos proletarios ingleses a un estatus de indigencia generalizada horrible.
Todas las trabas a la primera gran expansión de la acumulación de capital a la escala industrial cayeron una tras otra propulsadas por revoluciones burguesas locales, nacionales y teológicas contra, precisamente, esas trabas, pero en ese proceso tan revolucionario burgués iba sedimentándose un substrato cada vez más profundo de cosificación de humanos.
¿Las revoluciones burguesas abrían una liberación humanista de las relaciones feudales y luego de las tradicionales campesinas? Si, pero a cambio de poner una capa tras otra de cosificación añadida al susbtrato de las cosificaciones ya existentes.
Las grandes reproducciones ampliadas de capitales, en su forma política, son, pues, revoluciones burguesas. Pero hay una revolución burguesa muy especial, poco comentada cuando no ocultada con el mayor de los celos a través de la aplastante superestructura ideológica neomalthusiana del capital toyotista, incluso ahora en su transición actual hacia la Robotización y sus difusas ideologías de dominación, en la cual la aristocracia obrera tiene un protagonismo especial. Es una revolución de la cosificación de los humanos ocultada entre toneladas de verborrea sobre separación de poderes, estado del bienestar, salvaciones del planeta, viruses, cienciolatrias, democracia y progreso…
El hilo conductor de las revoluciones burguesas es el malthusianismo
Pero, rebobinemos un tanto para entender el verdadero contenido de la revolución burguesa de la pandemia, el despotismo descarbonizador y la prisión digital de masas proletarias.
La conquista británica de la India, fuertemente relacionada con la eclosión de la Revolución Industrial, puso a cientos de millones de campesinos hindúes bajo la férula del capitalismo más avanzado. Las teorías biológico-politicas de Malthus se forjaron en ese marco, y no eran abstracciones arbitrarias ni meros delirios de un clérigo, eran las ideas dominantes en la clase dominante capitalista industrial británica para incrementar la cuota de ganancia en Gran Bretaña, sobre el proletariado industrial, y en la India, sobre el campesinado hindú.
Malthus era el economista jefe de la Compañía Británica de las Indias Orientales, el Google de finales del s. XVIII y principios del s. XIX, y no meramente un clérigo oportunista portavoz de los terratenientes y los fabricantes industriales. La conceptualización del crecimiento de la población como una traba a la producción del valor es, aunque obviamente errónea, una idea revolucionaria burguesa, y por tanto rabiosamente retroaccionaria. Es una idea política propuesta y dispuesta de forma especializada para eliminar límites, obstáculos y trabas a la expansión del capital, (como separar tierra y población, o como luego harían separando sexo y procreación) preservando e impulsando las relaciones sociales de producción, propiedad y consumo que son necesarias para su viabilidad; estratégicamente la relación salarial de explotación del proletariado y la separación del campesinado y la tierra para su saqueo y rapiña.
Siguiendo el hilo malthusiano, y luego el carril darwinista eugenista de la emergente nueva religión anglo-brahmanica “transhumanista”, la cosificación de la población se ha ido imponiendo en cada crisis de sobreacumulación y reproducción ampliada de una manera más brutal y a una escala superior.
En este sentido, los neomalthusianos nacional-socialistas alemanes básicamente aplicaron las teorías de Malthus y su heredero teórico, el protonazi Charles Darwin, pero también lo hicieron los revolucionarios burgueses de 1968, adaptando la anti proletaria ideología neomalthusiana a sus concretas condiciones históricas (charlataneria de liberación de la mujer, superfraude de la planificación familiar, exportación de capitales imperialistas paralelo a desinversiones despobladoras y despliegue solapado, pero masivo, del abortismo).
Así, si el movimiento proletario revolucionario lograba reducir la mortalidad infantil, la burguesía neomalthusiana presionaba para imponer el abortismo, elevando salvaje y retroaccionariamente la mortalidad preinfantil a los mayores niveles habidos jamás en la Historia Natural. A la revolución de las fuerzas productivas había, pues, de seguirle la revolución cosificadora de humanos en las relaciones de producción y procreación. En este sentido, con la propaganda institucional burguesa del abortismo el estado neomalthusiano y la burguesía internacional abortista no trataban de reducir la mortalidad materna sino de elevar la mortalidad preinfantil (hoy, lograda por medios políticos, como mínimo de 350 preinfantes muertos artificialmente por cada 1000 concepciones) para compensar la reducción de la mortalidad infantil obtenida mediante luchas revolucionarias proletarias.
El neomalthusianismo a la manera nacional-socialista alemana, más brutal que el aplicado a la manera bolchevique entre 1919-1936, no fue sin embargo más brutal por sus resultados en número de vidas humanas malogradas que el neomalthusianismo sesentayochista con sus más de 2.000 millones de seres humanos matados supuestamente por los derechos “de la mujer”. Visto así, y es muy acertado medirlo así, los sesentayochistas vencen a Malthus, cuya política aplicada en la India y China costó la vida a 36 millones de personas, por 60 a 1, y a sus sucesores, los nazis alemanes, por 40 a uno, solo considerando las víctimas de preinfantes muertos en su revolución burguesa de la universalización del abortismo neomalthusiano, desde su primera implantación en gran parte experimental en la Rusia post zarista hasta su universalización global a partir de 1968.
Pero no ha sido suficiente.
La actual revolución burguesa expande la primarización de los cuerpos humanos desde los preinfantes a toda la población
El toyotismo de la burguesía neomalthusiana sesentayochista, esa guerra competitiva permanente por abajo y en toda la totalidad social entre los proletarios, ya no sirve para elevar la cuota de explotación.
En la actual reestructuración mundial de la explotación capitalista, tendente a la Robotización, la revolución burguesa internacional toma formas tecnomalthusianas, es decir, constituye regulaciones tecnocráticas de la población mundial en tanto capital humano que sirven a la burguesía internacional para automatizar el control numérico de la población “sobrante”, a la vez que para considerarla materia prima aprovechable biodigitalmente.
Estos sesentayochistas, en el mejor de los casos tontos útiles al capital imperialista dominante en los últimos 60 años, cuya fracción reinante es tecnomalthusiana, comienzan a ser ahora el nuevo límite al capital, el obstáculo actual a la maximización de la ganancia.
Ocurre que la estúpida idea que los reformistas nos lanzan de que el aborto es un derecho de la mujer comienza a ser incómoda para la burguesía internacional, fundamentalmente tecnomalthusiana. No están incómodos ni mucho menos en cuanto a la declaración como apriorísticamente no humano del preinfante, de hecho buscan profundizar ese estatus subhumano y subanimal, totalmente cosificado, porque lo necesitan para legitimar los laboratorios de su nuevo régimen de acumulación y valorización de capitales, sino que están disgustados con no tener el monopolio de la procreación, y el control total del capital humano proletario como materia prima y combustible del valor.
Con el progresivo despliegue de las infraestructuras cibernéticas de datificación y dominio mental digital desplegadas en las dos décadas anteriores, el viejo objetivo malthusiano del cercamiento completo de la procreatividad sexual humana del resto de las clases y, esencialmente, del proletariado, es ya posible. Y, tras el éxito criminal de la revolución burguesa neomalthusiana de 1968 en universalizar el abortismo, la nueva revolución burguesa robotizadora tiene puesta su rampa su salida en los resultados de medio siglo de régimen de explotación abortista, pero la meta buscada, en medio de un masivo relanzamiento editorial y multimedia asombroso de la ciencia ficción y las literatura de distopias, es incrementar brutalmente la cosificación de humanos desde esa base de desarrollo ya superada.
La forma de mirar a los preinfantes como cosas matables no humanas, archireaccionaria, esta sostenida ideológicamente en la negación burguesa neomalthusiana a admitir las impugnaciones de la embriología a la teoría del descenso del alma para dar forma humana al embrión humano, y, lo mismo que los reformistas jesuitas se negaron a admitir, por intereses imperiales, que la impugnación de Galileo a la teoría de Aristoteles de las Esferas Celestes, vigente durante dos milenios, era correcta, los reformistas del hombre pero no de las relaciones sociales de producción, los neomalthusianos, y sus sucesores tecnomalthusianos, se niegan a admitir la condición humana de los preinfantes. E puer si muove. Y grita (*).
Siendo capaces de establecer un estado de excepción científico cognitivo durante dos siglos en relación a la cualidad y condición humana de los preinfantes, creen que no está fuera de su alcance extender este estatus a todos los seres humanos que les convenga y puedan, justificándolo con la aplicación ideológica de la teoría de la información, que considera a los seres biológicos, incluidos los seres humanos, como biomateria y conjuntos de algoritmos naturales a su vez biodigitalizables, sin reconocer almas, sustancias ni espíritus humanos anti cosificadores que puedan ser obstáculos a la acumulación.
La ultraizquierda profesional del espectáculo, o pequeña socialdemocracia, que se basa mayoritariamente en la aristocracia obrera, es totalmente cómplice de esta nueva supercosificación revolucionaria burguesa de los humanos, y del nuevo cercamiento burgués de Esferas completas de la Totalidad Social, en este caso la de la procreación y la sexualidad, que desde allí intenta poner el nuevo campamento hacia la primarización de los cuerpos, especialmente proletarios. Finalmente, y después de siglos de revoluciones burguesas de cosificación humana trenzada al desarrollo de las tecnologías del valor, era completamente esperable que el proceso general desembocara en una sociedad posthumana, un capitalismo final que demuestra que la revolución espartaquista es el único proyecto humano que queda en pie ante este capitalismo final y su sociedad posthumana.
La objeción de conciencia en el aborto disgusta a la aristocracia obrera
La multifalsedad anticomunista del derecho “de la mujer” a abortar es evidente; se trata de un poder delegado en las madres por el estado burgués neomalthusiano, que es el que se auto otorga realmente el derecho a abortar, y a abolir la maternidad… y cuanto más desarrolla este objetivo más anti patriarcal se presenta.
Recordemos; Marx consideraba el Patriarcado como una fase histórica pasada, y a Lo Patriarcal lo consideraba dialécticamente en tanto positivo y negativo, lo patriarcal negativo es lo que oprime y explota pero sobre todo lo que rechaza el deber de cuidar, y lo patriarcal positivo lo que en los padres y su poder es protectivo y cuida. Lo patriarcal positivo es negado con la mayor de las sañas, pero, en cambio, se exige sustituirlo con el técnico abortista. El saturnalismo de estado neomalthusiano, que se camufla en ropajes feminitarios, y promueve esta negación de lo patriarcal positivo, es fundamentalmente una acción política de lucha de clases.
Mas el control indirecto de la sexualidad proletaria por medio del complejo abortista anteriormente suficiente para la burguesía internacional neomalthusiana deviene hoy insuficiente para la revolución burguesa general en curso: Necesitan el control directo y el monopolio de la procreación y la sexualidad de la población, y para ello su propio derecho anterior, el derecho burgués al aborto delegado en la mujer, es el obstáculo a batir, porque, desde el punto de vista de la burguesía internacional revolucionaria tecnomalthusiana, el deber de la mujer de salvar al planeta, o sea, a la acumulación de capital, está por encima del derecho a decidir no matar a los preinfantes las madres de esas criaturas, porque esa soberanía, de si falsa, en la jerarquía del poder entre los cuerpos humanos, obstaculiza el control numérico del proletariado y la formación del capital humano rentable nuevo.
Por ejemplo, la comisión de docenas de millones o cientos o miles de millones de abortos a la busca de una eugenesia de producción de superhombres superinteligentes, de máquinas ectogenéticas operativas, de concepciones artificial para probar biotecnologías anti aging, la prostitución y esclavitud reproductivas, o para la producción y compra-venta de órganos.
Hablar de mejoramiento humano en estas condiciones es olvidar que la cuestión de la revolución, valga la redundancia, revolucionaria, la proletaria, se plantea para liberar a los seres humanos de las relaciones de producción que los explotan, oprimen, marginan y atribulan, y no meramente la condición humana misma, a mejorar, sin anular y suprimir esas relaciones de producción. No cambian el mundo, te cambian a ti, adiestrándote para que te adaptes a sus intereses incluso abortando a tus hijos. Esto no tiene nada que ver con la revolución proletaria ni con el comunismo. El fraude del reformismo es de dimensiones colosales. Mejorar al hombre mas no abolir las relaciones sociales de producción, propiedad y consumo; adaptar su sexualidad, y por tanto procreatividad, a la dinámica de las crisis cíclicas, reformar a la humanidad en cuanto cuerpo colectivo, no a las relaciones sociales de producción. Mantener vigentes las relaciones sociales de producción capitalistas otro medio siglo, que era el verdadero objetivo del estado neomalthusiano y sus horribles y espantosas clases medias imperiales, le ha costado la vida a más de dos mil millones de seres humanos, tanto en las regiones centrales como en las periferias.
En esto se resume el derecho burgués al aborto, el resultado del interés burgués en retrasar la revolución espartaquista medio siglo más. No, la burguesía si sabe lo que está ocurriendo, de hecho es la clase que sabe lo que está ocurriendo pero no puede cambiarlo, sus revoluciones son esencialmente para impedir que surjan nuevas relaciones sociales de producción.
En esta situación histórica, después de ver cómo la burguesía ha ido articulando el genocidio abortista neomalthusiano del proletariado a escala mundial y regional durante el medio siglo anterior, es cuando viene la aristócrata obrera sesentayochista Tita Barahona, en un infame artículo confusionista respecto a la objeción de conciencia en el aborto titulado “Los objetores de conciencia y la extrema derecha contra las mujeres“, a exigir mayor cosificación todavía de los humanos preinfantes en nombre de “los derechos de la mujer”.
Barahona, en una maniobra típicamente burguesa de emplear el caso extremo para justificar la generalización de la represión del proletariado, nos cuenta un supuesto incidente, gubernamentalmente muy oportuno para el reformismo, de objeción de conciencia a abortar por parte de unos médicos de la sanidad pública respecto a una madre con pérdida de líquido amniótico, y, por tanto, con un embarazo, con los medios médicos actuales, peligroso para la vida de la madre, que al parecer planteaba la inviabilidad radical para el preinfante. Es uno de los únicos tres supuestos del aborto admisibles sin caer en el apoyo del genocidio burgués de preinfantes, pero en realidad Barahona hacía propaganda en el proletariado del neomalthusianismo.
Por supuesto, Barahona no se plantea en ningún momento exigir el desarrollo de las fuerzas reproductivas en defensa de la maternidad y la preinfancia afectada por esos casos sino que se limita a exigir que los médicos no puedan hacer objeción de conciencia a dar muerte a los preinfantes. El preinfante de su noticia afectado por la pérdida de líquido amniótico no mueve a investigar solución, la solución para todo es abortar. Ese es el contrato social que hay que esconder, y las imágenes que produce son el tabú de lo que afecta y reproduce al estéril estado capitalista neomalthusiano de masas de clases medias imperiales.
El médico objetor de conciencia Bernard Nathanson, por ejemplo, fue responsable de cometer más de 10.000 abortos (*), y un destacado activista por el derecho de la mujer a abortar, pero la evidencia científica, que ya era sólida sino demoledora hace doscientos años, y mucho más hace 50, hoy es muy superior a la de la ecografia que demostró a Nathanson sus errores. Barahona, sin embargo, sabe más sobre lo que realmente es el aborto que Nathanson, según parece.
Esta “progresista” aristócrata obrera pretende hacerse pasar defensora de las mujeres proletarias, pero su progresismo falsamente escandalizado en el caso extremo se reduce en realidad a A) que se dé muerte a los preinfantes no humanos y B) que no se pueda hacer objeción de conciencia a ello.
Para mantener su posición burguesa se fundamenta en que la objeción de conciencia por parte de esos técnicos sanitarios de la sanidad pública es un acto encubierto de absentismo laboral y no un objeción de conciencia sincera, y es cierto que realmente lo es si todo no es un montaje del reformismo, absentismo de los técnicos sanitarios públicos, mucho sería decir médicos, con el que reenvían a la madre a matar a su hijo a la infraestructura abortera adhoc que han creado para ello. Una infraestructura privada pero subvencionada con dinero público succionado al proletariado. Pero incluso aunque todo esto fuera cierto y no otro flagrante montaje descarado de los nazis neomalthusianos, nada de esto justifica desde las posiciones revolucionarias del espartaquismo proletario la anulación general de la objeción de conciencia en la aplicación del aborto a los preinfantes.
La extrema derecha es aquella que ya ni siquiera se contenta con reformar al hombre para que se acostumbre a la opresión y mejore así adaptándose a ella, sino que directamente necesita matarlo y justificar su muerte en primera cuna para que las relaciones sociales de producción y las ventajas de la burguesía y las clases medias neomalthusianas fluyan, mientras la plusvalía se sigue produciendo en la cantidad necesaria a la dominación de la burguesía internacional y sus clases medias aliadas.
Colectivismo sanitario burgués o autogestión proletaria de la salud
No pierda de vista el lector que ahora el capital concentrado biogenético, químico y farmaceútico está en lucha con los pequeños capitales médicos, y aplicando su sistema de dominación a realizar una razzia global contra médicos y científicos objetores de conciencia y demoledores críticos con la aplicación de la eutanasia, mejor dicho, distanasia planificada en los tratamientos de terapia génica de modificación del ARNm y del ADN, los mandatos de mascarillas inútiles y antihigienicas, y los enfermantes confinamientos masivos de la población en ciudades-cárcel.
La evidente criminalización de los médicos y científicos contrarios a la cosificación y cobayización de la población, fundamentalmente busca concentrar y centralizar el capital, y anular y suprimir el Juramento Hipocrático de los médicos, aniquilando la autonomía del paciente, para reformar el proceso de gestión de los cuerpos, aplastar la Autogestión de la Salud, e imponer un modelo colectivista rentable para las ganaderías biodigitales humanas socialmente innovadoras que están preparando los industriales tecnomaltusianos para la fase de la robotización.
El capital archiconcentrado no necesita médicos, al igual que los médicos de la Edad Media no necesitaban sanadores, necesita técnicos sanitarios que sigan protocolos y no tengan la traba del Juramento Hipocrático, lo mismo que la aristocráta obrera Tita Barahona. Por eso, el cisma social es creciente, o se impone la civilización del Juramento Hipocrático o se impone la contracultura plusvalista revolucionaria burguesa que necesita erradicarlo para desencadenar la nueva fase de la explotación. Si pueden matar a miles de millones de preinfantes ¿por qué iban a respetar el Convenio de Nuremberg sobre experimentos médicos y científicos con humanos? Las posiciones pro abortismo de la aristocracia obrera neomalthusiana refuerzan esa orientación del curso de los acontecimientos.
La cobayización de la población en la actual ofensiva de experimentos, pruebas y maniobras tecnomalthusianas de las inyecciones ARNm, contiene, efectivamente, el mismo dilema. La aristocracia obrera contratada y conciliada en la sanidad pública con la burguesía tecnomalthusiana en una alianza de clases contra consumidor, tipica del reformismo socialdemócrata, ha apoyado de la manera más lacayuna posible esta campaña militar tecnomalthusiana de cobayización social, especialmente del proletariado, cuando no de genocidio. Pero el embrutecimiento es anterior y está fundamentado en su adopción del neomalthusianismo y, dentro de él, del darwinismo social.
La aristocracia obrera sostiene una identificación reduccionista, hasta la asimilación, del comunismo revolucionario de la salud con el colectivismo sanitario capitalista que es insostenible, y, en él, con la misma estupidez colectivista y estatista anticomunista ahora en aplicación de la supuesta necesidad coercitiva capitalista de inyectar venenos a las personas, converge con los funcionariados de estructuras estatales en quiebra y la oligarquía globo-oligopolista, en sus ramos de los Titanes Digitales y de las finanzas en quiebra estructural.
PERO, el comunismo es la fase de la historia en la que la forma económico-social principal es la sociedad de los productores libres asociados. Hay Colectivismo PERO también Autogestión, o Colectivismo Autogestionado, y en ausencia de uno o de otro, no hay ni puede haber comunismo, hay otra cosa, que sospechosamente va tomando la forma de un colectivismo de negación anticomunista de la Autogestión de la Salud, sobre todo contra el proletariado mundial.
El colectivismo capitalista de crisis aplicado en la salud y la subsunción tecnocrática neomalthusiana de la sexualidad del proletariado, precisamente lo que anulan y suprimen es en germen a los productores libres asociados, para evitar el surgimiento de la figura de tipo obrero del productor libre asociado desde la figura dialéctica del productor proletario, o sea, es la negación del comunismo, lo contrario de lo que están contando los conservadores no neomalthusianos con su necia afirmación de que los reformistas son “socialcomunistas”, de eso nada.
No, el colectivismo del capital tecnomalthusiano y sus lacayos aristócratas obreros de la socialdemocracia y la ultraizquierda profesional del espectáculo no es comunismo ni socialcomunismo, es fascismo capitalista de última generación.
No puede haber comunismo sin objeción de conciencia en los productores, a no confundir con absentismos. Lo que la aristócrata obrera Barahona prescribe fraudulentamente en el caso extremo que nos relata es su propia impostura colaboracionista con el capital, su afirmación radical del derecho burgués de las madres a matar a sus hijos preinfantes, o aborto, claramente burgués, pero no lo presenta así.
El derecho burgués a no cuidar, esto es, a abortar, es esencialmente anticomunismo
Lo que tenemos que aguantar es que se llame Salud Reproductiva, como prescribió el marketing biopolítico del núcleo berlines neomalthusiano de inicios del siglo XX, a matar a los preinfantes. Es la mentira del siglo cuando no del milenio. No cabe mayor anticomunismo que presentar como salud a matar al proletario en el vientre de su madre, aunque sea su madre quien lo haga, y adjetivarla como reproductiva cuando precisamente lo que evita es la reproducción.
El estado capitalista y la burguesía internacional conceden la delegación de esa herramienta criminal de la explotación sobre tal montaña de falsedades, mentiras y ocultamientos que es casi imposible para las mayorías sociales que viven en el centro capitalista, donde la dominación es más reticular e intensiva, comprender la naturaleza real del abortismo y del aborto.
En tanto derecho burgués, el aborto es el derecho de clase que se arroga la burguesía a matar y fomentar el dar muerte a los preinfantes que no sean rentables a la explotación. En cuanto derecho burgués de las aburguesadas neomalthusianas es esencialmente la instauración de un derecho a no cuidar totalmente indefendible y completamente anticomunista; No hay ningún derecho a no cuidar que surja de los principios comunistas de libertad e igualdad, lo que hay es el deber de cuidar tanto más cuanto se haya traido al mundo al preinfante cuya vida se pretende erradicar.
No solo no existe el derecho a no cuidar emanado del proletariado sino que, además, el deber de cuidar la reproducción social de la población concierne no solo al trabajo socialmente necesario especialmente en el sexo masculino sino también en las mujeres quienes no tienen un derecho a no reproducir la especie humana a partir del derecho burgués a no cuidar, y menos matando preinfantes. Si no hay deber de cuidar ni obligación de procrear la población de nueva generación tampoco la hay a obtener los parabienes de las madres que en otros países y fracciones sociales si han cumplido y cumplen su deber revolucionario de cuidar a su progenie y reproducir la población, puesto que esta actitud burguesa feminitaria deviene en una forma extremista de explotación neomalthusiana, el imperialismo demográfico.
Al contrario de lo que nos están contando los reformistas, no se puede ser comunista si se alienta o mantiene el derecho burgués a no cuidar. Es corrosivo, destructivo, aniquilador del comunismo y no puede haber revolución espartaquista o revolución social proletaria sin abolir el abortismo.
Barahona dice que está también enfadada porque los “ultracatólicos” molestan a las abortadoras, – muchas de las cuales son enviadas por criminales servicios “sociales” socialdemócratas para “solucionar” “la pobreza” de la guisa que tanto le gusta a las tecnomalthusianas y el reformismo. Y como le molesta su accionar objetivamente revolucionario, apoya que sean encarceladas estas heroicas mujeres, – pues en su mayoría son mujeres -, que intentan informar y dar alternativas en la puerta de los abortaderos a las madres a la opción de dar muerte a sus hijos preinfantes.
Derecho a no cuidar, cárcel para los opositores, negación de la objeción de conciencia, es exactamente lo contrario de lo que la URSS puso en movimiento en la gran revolución antifascista soviética de 1936 a 1945, pero es lo que nos prescribe la aristócrata obrera Barahona en nombre de la aristocracia obrera y el reformismo como futuro de las mujeres proletarias y de los preinfantes, el cementerio de recolección de órganos y tejidos por un lado y el imperialismo demográfico por el otro. Extremismo burgués de derechas envuelto en colorines rojos y violetas, verborrea socialdemócrata y fraude aristócrata obrero.
En uno de sus últimos textos Stalin afirmó que en la Segunda Guerra Mundial se había luchado entre dos tendencias de la Humanidad, una, la nacionalsocialista, basada en el darwinismo, el neopaganinismo y la eugenesia, en su forma neomalthusiana de la higiene racial, que afirmaba que la mayor parte de la humanidad era subhumana, y otra, la proletaria, que se negaba a que se dividiera en dos a la humanidad entre superhombres y subhumanos y defendía los intereses del proletariado mundial.
Se venció entonces, pero por medio de una Revolución Burguesa Neomalthusiana en 1968 las posiciones establecidas por los comunistas revolucionarios en 1945 fueron revisadas una a una, coloreándolas de lo que no eran ni son; ni derechos de la mujer ni emanaciones de la lucha del proletariado por la revolución social. Hoy la eugenesia reestablecida desde 1968 a partir de aristocracias obreras, burguesías malthusianas, funcionariados en quiebra, técnicos embrutecidos y engolados de poder, y pequeña burguesías insaciables, vuelve como herramienta clave de la nueva Revolución Burguesa en la búsqueda de la salida del colapso de la acumulación.
Carta abierta a Tita Barahona ¿por qué no lo haces tú misma con tus propias manos, Tita?
Pues bien, Barahona ya ha elegido campo al lado de la eugenesia y los tecnomalthusianos, pero el proletariado mundial también ha elegido, ni eugenesia ni tecnomalthusianismo ni usurpaciones aristócratas obreras.
Barahona sostiene la alegría por la represión a quienes defienden a los inermes contemporáneos declarados subhumanos, ni siquiera lo hace a pecho descubierto sino enmascarándose en mentiras melifluas, así impulsa a la explotación Imperialista Demográfica, exportando el abortismo al África y Las Américas, “para vencer a la pobreza”, y las esterilizaciones masivas encubiertas, como para “liberar a la mujer” del el “El Patriarcado”, pero, a la vez, importando fuerza de trabajo sin costo de la procreación ni de los trabajos de cuidados de las madres realizados en el deber de cuidar. Estas posiciones neomalthusianas se le terminarán – se le han terminado ya – por volver en contra.
La técnica del aborto una vez protocolarizada no requiere ninguna habilidad ni formación especial de alto nivel. El aborto puede hacerlo cualquiera incluso sin poner en mucho mayor peligro la vida de las madres aborteras o engañadas para abortar (¿cuántas mujeres mueren anualmente en el estado español y en el mundo en operativos abortistas y sus muertes son ocultadas en medio del silencio ocultacionista de este tipo de lacayas? ¿una por cada mil? ¿cien al año? ¿doscientas? ¿más?), pues hoy matar a un preinfante raspándolo no es más difícil de aprender que aprender a pintar una pared. Si es tan bueno, ¿por qué endosárselo a los médicos hipocráticos y no hacerlo vosotras mismas? Si es tan revolucionario (burgués) y tan necesario, tan justo y tan útil, ¿por qué no los haces tú misma, con tus propias manos, Tita?
(*)Mira, Tita, aquí tienes una lección de cómo se hace:
VIDEO: El Doctor Nathanson, obstreta con 10.000 abortos de experiencia y objetor de conciencia al aborto, explica cómo se realiza un aborto.
K.A.García-Salmones