Hace unos días me llevé un gran disgusto. De camino al colegio de mi hija para dar una charla pasé por la puerta de un Instituto de Educación Secundaria y me llamó la atención algo que un montón de alumnos sostenían en las manos y que no había visto jamás, era una especie de “algo con forma de proyectil”.
Con más miedo que vergüenza me acerqué y les pregunté qué era ese objeto que agarraban con más ansiedad que Frodo el anillo. Su respuesta me desconcertó: “Un misil, la bebida energética de moda”. En plan policía de barrio seguí preguntado. “¿Y de dónde habéis sacado semejante mierda, perdón, misil?”. “Más respeto tronco” me espetaron con razón. “La puedes encontrar en cualquier tienda de alimentación. En el chino de aquí al lado la venden como churros”. “¿Y por qué la consumís?”. “Yo para hacer deporte”, contestó uno de ellos. “Yo cuando salgo de fiesta”, dijo otro. “Yo para estudiar más concentrado”, respondió el que iba cargado de libros.