Ruinas Modernas
Índice
- Al final de los ojos
- Muelle del Dolor
- Ciudad para qué
- Tormenta sin figuras
- Reencuentro
- Lluvia Nocturna
- Y mañana si
- Win Kin Sen
- Rayo
- Se os oye
- Volar vientos
- Después
- Como máquinas
Al final de los ojos
La propiedad del silencio;
La linea en el abismo;
La entrada al salón del templo;
La visita alba de la luz;
El acantilado ante el mar;
El dolor inocultable
que hace el rostro verdadero;
Los ecos de tu sonrisa
impregnando el lienzo inverso,
almacén de las lágrimas,
testigo herido de tu amor.
Lo que ya no quiere ver
e impone y ordena dictador
no mirar el precipicio
o busca y no encuentra
un calor amado y puro
lo desgarrador y triste
de una huella en la arena del ayer
totalmente separada
y deshecha por tu viento,
no obstante, estrella del amor.
Los seres humanos somos
una dimensión por si misma,
un brillante espacio universal
fuerte como Eolo soplando
hacia la inmensa vastedad
que en mil direcciones gira
alada. Ola incesante
parece esa totalidad,
pero cesa con enorme
dolor, sin daño, a veces,
al final de los ojos.
Muelle del dolor
Entre los escombros
por donde corren las ratas,
multicolor, allá abajo,
el ciélo blanco espera.
No hay hijo, no hay padre,
solo un ser tan oscuro como la soledad
soportaría venir aquí a merodear
sin salir gritando: Oh amor, oh hijo, oh padre
¡cómo puedes soportar esta devastación?
Los montes se agazapan
y esconden sus lágrimas
ante un paisaje tan desolador,
la línea de la carretera huye
y huye y huye enloquecedoramente,
pero las zarzas crecen
pensando en el verano.
El salitre subirá curando
el dolor de los ojos, las nuevas heridas
sumergidas por el yodo serán descontadas
de la vida como truenos pasados.
Y un barco vendrá.
Ciudad para qué
Las turbias esquinas y las decoradas ramblas
van y vienen, tal la dicha fue
sin poner su huella, irrememorable, no por la ciudad.
Es ser ciego caminar buscando
por estas aceras donde todos son divagar,
es ser mudo cantar como un pajarillo
por estas plazuelas,
y sólo comparable a mirar un fuego
delirante abrir aquí el corazón.
Cien mendigos me componen,
por las postales que mañana miraré
sin recordarnos, borracho de anomia,
y bajo el imperio de lo que llaga
y encauza el dolor a un NO
en ese paso de cebra,
en esta terraza pendiendo
de un sueño, la espada y el miradeo,
te encuentro en todo recordándome
la permanente soledad del bosque humano,
el despiadado frío del metal
y el rigor angustioso del hormigón sin final.
Tormenta sin figuras
Ciclón o mesa zarandeada por un espíritu
hídrico, perseguido por ninfas inclementes;
Ciclón o destrucción más lenta
pero irremediable como la acción de los insectos
en las cosas periféricas;
Ciclón o actividad desesperada y titánica
de artista autodestructivo, y ciclón o tu,
amor borroso.
Solo que cuadro blanco desaparecido
que deja su sombra de tiempo
acusadora en la pared desnuda,
desolada y muerta, de las esperanzas
tras el pedrisco, la verdura monumental
recién degollada, a los ojos del campesino
de piel quemada y manos callosas
pero que aún así llora desconsolado,
¡Oh ciclón!
Más, mucho más es el erial
mayor el páramo y su soledad,
peor la inmovilidad cenicienta y turbia
pero, ciclón, la mirada también
más encolerizada se fija
contra las entrañas de las cadenas.
Reencuentro
Las ropas yacen desordenadas
entre papeles, libros y restos de comida.
Esto lo reflejó el espejo
al paso de una mirada
mientras resonaba estremecedora
una sentencia implacable:
He aquí lo que queda de nuestro amor.
La arena de la playa absorta
se remueve con la brisa
completando el cuadro
de tu mirada en mi sonrisa
mientras feliz te ríes.
Pero el Cosmos ya obra despiadado
en tu corazón y en el mio.
En la alta montaña no hay esa flor,
no hay esa dicha, solo desolación,
aquí estamos los dos.
Lluvia Nocturna
Es como acariciar la superficie
del mundo, el plano holográfico
de la vertiente a pecho alzado
la raya que enfrenta ese murmullo
esa perseverancia, escucharlo…
El ser la Naturaleza piano
y pianista, este ciego ser escucha
tumbada, al borde del infinito,
juzgarme duro, sentirme roto,
caminar el hilo de la consciencia
sobre los chasquidos y repiqueteos
de la lluvia, que exudan
paciencia, y cierto existir
de un puente entre los tiempos
como una caja de platas
y quizás una palabra de amor
antigua, y tal vez un miedo
oxidando al reloj del mundo,
abriendo la fruta de la humildad
eternamente entre chasquidos
y repiqueteos.
Y mañana si
Si el viento sí dirá si…
la ola barriendo la costa
dirá que sí también
con estruendoso borbolleo,
los insectos, las costumbres indetenibles,
el árbol despertando,
la mujer con ojos vivos
resbaladizos dirán si.
Pero hoy una cortina de rocas
ha cegado el paso al sí,
hoy tu mismo te has sentado
en vez de acudir al horizonte,
en vez de merodear en lo cósmico
del primer rayo solar
cuando el ave estalla
a pedir y desgranar
su esculpido canto
en el río del silencio universal.
Win Kin Sen
El Sol no volvió a salir,
eran los tiempos en que todo el mundo tenia dos cabezas
WIN KIN SEN / WIN KIN SEN / WIN KIN SEN!!
tronaban las campanas a la manaña
sin que nadie apareciera a departir
o a dar la cara,
el día de la fiesta perpetua,
pensaban, había terminado.
Yo sueño desde entonces
siempre en el amor,
en su materia densa
y huidiza, en el arco iris
y en el oso, que en el horizonte
corre que se escapa...
WIN KIN SEN / WIN KIN SEN / WIN KIN SEN!!
...tronaban las campanas a la manaña.
Empieza con el viento
sigue con el eco
acaba con el agua.
Había terminado el sentir,
la fuerza se había ido
el corazón estaba solo
perplejo ante un espejo.
Ya nadie creyó más en playas y gaviotas...
WIN KIN SEN / WIN KIN SEN / WIN KIN SEN!!
...tronaron las campanas a la manaña.
Vengo a este fin del mundo a morir
otra vez más, quizás si, tal vez hoy
el Sol vuelva a salir
otra vez más, quizás si, tal vez hoy.
WIN!!
KIN!!
SEN!!
Rayo
No me dirás que no sueñas,
oh 33, 33,
la mano se apoya en tu cara
y frente en posición de lamentar,
oh 33, 33.
Lo que gorjea el pájaro con rara frescura
se escapa irremisiblemente,
nada entenderás en realidad,
elucubraciones entre conjeturas,
esperando al rayo
que te eleve al tercer sexo
el que formasteis tu y ella
en un sumidero, la pareja
de masculinidad y femineidad,
oh 33, 33.
El amor no me deja ver el horizonte
pues me puso en él, desarraigado,
y ya, siempre, oh 33, 33, 33,
quede allí esperando.
Se os oye
Los pájaros, los hombres, las tierras
caminan al unísono como hacia una estrella,
también los recuerdos y las ideas
parecen encaminarse hacia ese firmamento
nocturno preñado de luceros y cometas.
Ay, si el huracán nos elevara
hacia los bordes del polvo estelar
donde los escombros de la explosión de un planeta
vagan eternos girando alrededor del Sol,
ah, ser buzos en este ámbito y escuchar
los sonidos chisporroteantes del universo.
Mas muy cerca otro horizonte cósmico
clama y declama sobre sí mismo;
se os oye.
Volar vientos
De hecho ser viento dejando abajo las peñas,
hojas degradadas, húmedas, acumuladas
como sueños antiguos, en un montón en el camino,
hojas nada más,
impregnadas de barro,
bajo el gris cielo tras el cual el cosmos
tiende su voraz negrura,
hojas como corazones
que la lluvia cubre y pulveriza
y tus pies pisan.
Somos esas hojas y ayer fuimos radiantes
verdes hojas sobre las que el tambor
de las gotas del chaparrón rebotaba despedazándose,
hojas nadas más,
en las que el Sol del estío
puso un sordo zumbido de horno
en la canícula, sin quitarles esmeraldas y plata
ni pulgón ni frescura, hojas solo hojas
a ser arrancadas por el viento del desamor.
Después
Después de la destrucción
entre las ruinas, donde humea
la viga tras el incendio,
cuando la lluvia y las lágrimas
se mezclan en el charco embarrado,
tus manos están sangrando.
No, no están sangrando,
están ensangrentadas.
Las trizas que quedaron
de mi corazón, como el festín
de un águila contra un pajarillo,
que cae entre tus dedos,
plumas, vísceras, sangre y silencio.
Pero yo seguiré andando
como un zombie ciego y cojo,
hasta que un día el Sol vuelva a iluminar
mi rostro hacia un inmenso amor.
Pero después es hoy y ya siempre es después.
Como máquinas
Lo anómico, lo ánomo, lo afacial,
sin embargo humano yendo
pensando en sus pastillas,
sin embargo yendo humano
pensando en sus poemas.
Solamente caminar hoy o hace veinte años,
ya como si fuera, o siendo de hecho,
hace veinte años, en esa soledad
de hace veinte años, por ese camino,
cuando los amores sobre la Tierra
eran otros, todos distintos
aquellos de estos.
Decis como máquinas, ahora pienso,
¡nostalgia! ¡amor al amor pasado!
Ah, pero por qué, por qué, por qué
desaparecieron esos amores,
lo que quedó de ellos ¿dónde está?
esos vínculos y sus plenitudes,
¿dónde quedaron?
Enterrados fructificaron
o vagan como fantasmas. Camino
ahora siendo hace veinte años,
por este camino extrañamente irreal
lleno y lleno permanentemente
de la historia pequeña
de historia total
y veo a la mujer desconocida.
Mira de pronto al más allá de la nube,
lo ulterior a ello en su pecho y sus ojos,
está enamorada, vive un amor,
sigo adelante avanzando mareado,
veinte años después, apenas veo,
desparecerán entonces la orla,
el mantón, el brillo de sus ojos
que todo lo inundaba,
en verdad todos aquellos amores,
no lo entiendo,
cada órgano sale disparado
en una dirección diferente, ah, qué ruleta
desenfrenada, miro el charco
sin poder concentrarme y ser uno
allí la onda de viento,
la luz vibrante, que tienen los amores
como luz que sale de luz
de ayer, de hoy, de hace veinte años
misma fuente
distintos seres
mismo amor
siempre cambiante
a mismo amor.
Karlos Agustín García-Salmones Rovira
2014-2022
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